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Provincia de Cádiz

El narcotráfico desborda las prisiones

  • La masificación fue el germen de la Copel, una coordinadora de presos que organizaba motines reivindicando mejores condiciones de las prisiones

La crisis de los años 70 provocada por el colapso del mercado del petróleo fue negada por el último franquismo y estalló en plena transición. Un fenómeno paralelo al cambio político se manifestó en las calles de las ciudades: se inundaron de algo que decían que era heroína, pero que en realidad era veneno, un 95% de veneno, estricnina, cacao, cualquier cosa que mezclara. En 1970, según el libro de Antonio Escohotado Historia Universal de las Drogas, en España había exactamente 885 heroinómanos, 885 pacíficos heroinómanos que conversaban con su aguja. En 1980, con la crisis económica a galope y el país conmocionado por los crímenes terroristas, en España había no menos de cien mil heroinómanos, una parte de ellos violentos delincuentes. En 1980 las farmacias pusieron rejas en sus puertas. Durante esa década las prisiones españolas se masificaron con los prisioneros de la aguja. La masificación fue el germen de la Copel, una coordinadora de presos que organizaba motines reivindicando mejores condiciones de las prisiones. Puerto I sufrió varios motines. En uno de ellos, en 1989, la cabeza cortada de un preso, acusado de chivato, fue exhibida ante los antidisturbios que trataban de atajar la revuelta. Históricamente, una de las consecuencias de la crisis es el aumento de la delincuencia y la reacción del Estado es endurecer penas y escarmentar a los condenados en los centros de reclusión.

Los delincuentes son chivos expiatorios de la frustración. El estado de bienestar concibe la cárcel, tal y como ya hizo en su día Concepción Arenal, visitadora de cárceles de mujeres, no como un castigo sino como un tránsito de reinserción. Decía Concepción Arenal: "Abrid escuelas y cerrad cárceles". Cuando no hay oportunidades fuera, tal y como reflejó el gran cine negro de la Warner que siguió al crack del 29, la cárcel se dedica a fabricar delincuentes.

Pese a que ya cumple cuatro años, esta crisis, negada durante dos años en los que ya respiraba, es joven. Con las denuncias delante no se aprecia un incremento de la violencia en la provincia de Cádiz. Comparando los datos de los mismos periodos de 2011 y 2012 no hay mucha variación. Hubo once episodios menos de delincuencia violenta (366 a 377), dos robos con violencia menos (242 a 244) y 86 robos con fuerza más (2.322 a 2.236).

El estado de las cosas en lo que respecta a delicuencia se puede observar desde otros aspectos más relacionados con lo que podríamos llamar economía sumergida. Lo ha denunciado la fiscal antidroga de la Audiencia Provincial, Ana Villagómez: el negocio de la droga goza de buena salud. Su departamento está desbordado. En 2011 tuvo que acusar 3.500 veces, 3.500 casos relacionados con este mercado negro. "No juzgo moralmente. Tienes que colocarte una coraza a la hora de relacionar paro y droga, ajustarte a la ley y olvidar la situación de la persona, aunque es evidente que hay circunstancias que no te dejan indiferente", declaraba en una entrevista.

Es el caso de dos parados que el pasado mes de marzo fueron sorprendidos en un garaje del centro de Cádiz cargando una furgoneta con 2.000 kilos de hachís. Era la primera vez que lo hacían, su primera detención. Su poca destreza en este trabajo fue lo que provocó que fueran capturados.

La crisis aumentó la población reclusa en los dos primeros años. Entre 2007 y 2010 los presos en los cuatro centros penitenciarios de la provincia aumentaron en más de 700 personas, pasando de 3.764 a 4.518, coincidiendo, eso sí ,con el uso a pleno rendimiento de Puerto III, que pasó de 921 a 1.640 reclusos. Sin embargo, según un informe sobre masificación en las cárceles del sindicato de funcionarios de prisiones ACAIP, a partir de 2011, ya sumergidos en los recortes y pese a no haber descendido la delincuencia, hubo un descenso de la población reclusa drástico, más de 3.000 en un solo año. Eso sólo alivió una situación casi límite. En 2012, según este informe, hay 16.288 presos en las cárceles andaluzas para 10.444 celdas funcionales. Es decir, la tasa de hacinam iento en las cárceles andaluzas es del 155%.

España tiene una de las mayores poblaciones reclusas de Europa. Con más de 70.000 presos y un perfil muy acusado de pobreza y marginación, nuestro país cuenta con 151 presos por cada cien mil habitantes frente a los 89 de Alemania o los 96 de Francia, pese a que nuestra tasa de criminalidad no es más elevada (está 20 puntos por debajo que la de Francia).

Un alto consumo televisivo de programas de baja calidad alimenta a parte de una opinión pública que actúa como cuadrilla de linchamiento pidiendo agravamientos de penas y provocando, a veces, bochornosas escenas de 'justicia' popular en las puertas de los juzgados, como sucedió en el proceso contra la mujer de Jesulín de Ubrique o condenas mediáticas para inocentes. Eso, no en todo, pero sí en parte, es una consecuencia sociológica de la crisis. La traducción es ofrecer en campañas electorales, como hizo el PP, pasos atrás tan disparatados como la cadena perpetua.

Para Rafael Lara, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, "hace mucho tiempo que las cárceles dejaron de estar diseñadas para la reeducación y reinserción social como manda la Constitución y exigen los derechos humanos. En el contexto de crisis en la que nos movemos volvemos a oír que las cárceles son como hoteles de lujo para los presos y que entran por una puerta y se sale enseguida por la otra, pese a que hay 350 presos que cumplen penas superiores al límite de los 30 años sin haber cometido los delitos más graves".

A esto se suma la alta incidencia de las enfermedades infecciosas graves. Trastornos mentales, hepatitis e incluso tuberculosis tienen una ncidencia en la población penitenciaria muy superior a la que se da en el resto de la sociedad. Sólo un ejemplo. El sida, una plaga controlada que afecta tan sólo a un 0,4% de la población, en la cárcel supera el 8%.

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