Enfoque de Domingo | Doñana, el paraíso perdido

El gato pardillo busca el norte

  • El lince escapa de Doñana hacia espacios no protegidos buscando conejos con los que alimentarse y un territorio en el que reproducrise

Monitorización de seguimiento en el Centro del Lince de Doñana.

Monitorización de seguimiento en el Centro del Lince de Doñana. / Román Ríos

El incendio que calcinó 10.300 hectáreas del monte de Mazagón (Huelva) el pasado 26 de junio causó un agrio estupor en la sociedad. Las llamas se abrieron paso por el pinar del parque natural de Doñana y alertaron la paz del centro de cría El Acebuche, donde se alojan nueve linces adultos dedicados a la producción de cachorros cautivos que se liberan jóvenes en espacios naturales poco poblados. El humo activó el plan de evacuación y los animales fueron puestos a salvo: las cinco crías se trasladaron a las dependencias de la policía local de Matalascañas y algunos adultos huyeron por el monte. Otros no quisieron abandonar el hogar. Homer, una de las inquilinas más antiguas, murió del susto por el desahucio exprés.

El fuego no es la peor amenaza del lince ibérico de Doñana. De hecho, puede ser parte de la solución que devuelva el esplendor a la imagen del coto. La conversión de las áreas quemadas de densos pinares en monte mediterráneo maduro de lentisco, encina y alcornoque, dice Miguel Ángel Simón, director del Proyecto Life Iberlince, "ayudaría a aumentar las poblaciones de conejos en el entorno y retener así a la población lincera". El conejo necesita un área de seguridad de cincuenta metros cuadrados de pradera, la distancia que puede recorrer para salvar la vida frente a un predador. Los matorrales disponibles en Doñana, alrededor de 66 mil hectáreas, ya están ocupados y no hay sitio para más individuos. "El área de campeo del lince tiene que ver con la capacidad del medio para alimentarlo. Cuando hay menos recursos la supericie que necesita es mayor. En esa clave, el aforo actual de Doñana está prácticamente completo", reconoce el director del parque natural, Juan Pedro Castellano.

Asolado por las enfermedades víricas de los años 60, 80 y principios de los dos mil y por la intensa actividad agrícola, el conejo se ha reforzado ante los patógenos y ha conseguido procrear en hábitats alejados del espacio doñanero. Goza de camadas saludables en las faldas de Sierra Morena, en el monte sevillano y en zonas cercanas a los núcleos de población humana, poblando también las cunetas de autovías y carreteras secundarias que conectan el coto con el Aljarafe de Sevilla. Los linces van detrás a cazarlos. Y por eso los atropellan. En 2016 murieron 15, 13 en Andalucía y 5, en el área de Doñana, recoge el censo oficial de 2016. Y en lo que va de 2017 son 14, el último impactó contra un coche en la autovía A-4 en el término municipal de Marmolejo (Jaén) este lunes 13 de noviembre. Desde 2002 han muerto 109 ejemplares en estas condiciones, una de las cifras más siniestras desde que se registra la población. "El lince ahora se mueve a ámbitos que están mucho más allá del parque natural y entran en contacto con zonas más periféricas con núcleos de población, menos permeables. Se están atropellando linces en zonas que ya eran carreteras o caminos cuando no campeaban por allí", explica Castellano.

Otros consiguen colonizar nuevos territorios y fluir entre grupos salvajes que se han conservado aislados en zonas históricas de distribución geográfica. Además, las liberaciones controladas de parejas e individuos jóvenes en estas áreas en la última década han ayudado a expandir la especie hasta la cara norte de Sierra Morena. Estas familias, que ocupaban en 2002 las áreas de Andújar (Jaén) y Cardeña (Córdoba), llegan ahora a abarcar el monte de Villafranca (Córdoba), Vilches (Jaén) y Almuradiel (Ciudad Real), incluyendo territorio en parques naturales y las cuencas del Rumblar (Jaén), donde conviven con gamos, ciervos, gatos almizcleros y jabalíes. En los espacios intermedios se han establecido hembras territoriales y reproductoras que han hecho posible la conformación de una metapoblación que integran 323 linces ibéricos de distinto pelaje pardo moteado. ¿Cómo? El conejo es la clave. "Es una pieza perfecta de un kilo de peso, con la cantidad justa de proteínas que alimenta al lince, al águila imperial o al buitre negro. Es el equilibrio que permite mantener la biodiversidad en el monte mediterráneo. La densidad actual en Doñana es baja, de un conejo por hectárea, y el hábitat de Sierra Morena es uniforme desde Portugal a Almería, con abundantes poblaciones de conejos en zonas concretas a pie de monte", descifra Simón.

La población felina del coto no tiene un núcleo tan bien definido como la de Sierra Morena, sino que está compuesta por varias familias dispersadas por el espacio natural, sobre todo en las zonas de Matagorda y Raya Real, y áreas periféricas desprotegidas, con presencia importante en la zona de Aznalcazar. Los responsables de Iberlince consideran que el estancamiento de la población de Doñana-Aljarafe es una situación que "puede revertirse si mejoran las densidades de conejo y se incrementa la superficie de su territorio", pero otros conservacionistas son más escépticos con el futuro de la marisma. Incluso con el presente: "Yo no hablo de muerte terminal. Coincido con la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Europea de Medio Ambiente en que esto (Doñana) está muerto. Estamos a un pie de que nos desclasifiquen de los espacios naturales más importantes. Hay que ser realistas: no se trata de salvar Doñana sino una parte de ella, algo de marisma, monte y duna. Está tocado y hundido. En este entorno tan degradado, el lince no encuentra comida, intenta sobrevivir, cazar diariamente, y por eso se va. Cuando vemos lo que se ha gastado en el lince de Doñana y lo que se ha conseguido te das cuenta que hay algo que no cuadra, sobre todo, porque fuera de aquí la especie se está reproduciendo libre. El dinero ha sostenido pero no ha sido determinante para la expansión de la especie", critica en su caravana el onubense Luis Bejarano, presidente de la asociación naturalista El Burrito Feliz.

Las cifras avalan que el lince ibérico se aleja de la extinción: 90 animales en 2000 (40 en Doñana y 50 en Sierra Morena), 276 ejemplares en 2010 (78 en Doñana y 198 en Sierra Morena) y 395 en 2017 (72 en Doñana y 323 en Sierra Morena). Todos los proyectos de conservación del lince desarrollados in situ desde 1996 hasta 2018, que suman un presupuesto global de 72 millones de euros, tienen como objetivo la conservación del espacio natural del lince de Doñana. En total se han firmado 140 contratos de arrendamiento más allá del área de influencia de la marisma para adaptar parcelas privadas a las necesidades del conejo, trabajos de jardinería que consisten en la construcción de refugios y pastos que garanticen el bienestar de los roedores. Pero el conejo sigue sin levantar cabeza en Doñana, influido también por la presencia de otros carnívoros como la gineta o el meloncillo, que aumentan con la ausencia del lince ibérico, y los destrozos que hacen en las madrigueras los curiosos jabalíes, en aumento dentro de Doñana.

Un nuevo Proyecto Life Iberlince se pondrá en marcha en 2019 y tendrá una duración de seis años. Esta vez el objetivo no será proteger el lince y el escurridizo conejo sino el espacio natural que los acoge. "Crear mantas de territorio ecológico que conecten las poblaciones linceras de Doñana con las del Aljarafe, el norte de Sevilla y Sierra Morena. Aislar los territorios de otras influencias y permitir que el intercambio genético de los individuos sea del todo natural. Ya tenemos marcados teóricos pasillos que han abierto ellos solos", adelanta Miguel Ángel Simón. El coste rondará los 17 millones de euros.

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