Provincia de Cádiz

"No está desnuda. ¿No ves que lleva un pequeño tanga?"

  • 150 chicas trabajan para los Galán, extranjeras, algunas irregulares, sin apenas ropa y desnutridas

"La pobre, si está desnuda", le comentó un compañero a un agente durante la redada llevada a cabo en La Hacienda, en El Puerto, uno de los seis 'Hoteles Galantería' de los Galanes. Y éste, tras mirar con detenimiento, le replicó: "No, fíjate, ¿no ves que lleva un pequeño tanga". Tan minúscula era la braguita que les costó apreciar la pequeña tirilla de detrás. Esa era la marca de la casa, chicas muy ligeras de ropa, en ocasiones demasiado, con sujetadores y bragas pequeñísimas que apenas sí tapaban sus partes. O vestiditos, como no podía ser de otra manera, muy cortos, y transparentes, dejando adivinar claramente la ropa interior y las formas femeninas.

150 chicas se encontraban en total trabajando ayer en los seis clubes de alterne que la Guardia Civil registró de manera simultánea, cinco en Cádiz y uno en Málaga. Todas extranjeras, sudamericanas o procedentes de países del Este, y no pocas previsiblemente en situación irregular.

A todas las hacían trabajar en jornadas agotadoras. Y sin apenas comer. Tenían establecido un rígido control de comidas. Vivían en los hoteles de citas, y apenas sí les daban de comer alimentos de fuste. Almuerzos frugales, ensaladas con muy pocas calorías y una manzana. Estaban obligadas a vivir en permanente dieta y a vestir de una manera determinada, con el escaso vestuario proporcionado (no muy lujoso, sino más bien de bajo coste y calidad), imponiéndoles además multas en caso de incumplimiento de las normas de la casa. Multas que les quitaban del poco dinero que recibían por prestar sus servicios sexuales a la clientela. "La mayoría del dinero se lo quedaba la familia".

el torero y su hermana, los controladores

El clan familiar jerezano funcionaba con una jerarquía perfecta, con el patriarca y su mujer en la dirección y los hijos, el torero y la hermana, atendiendo el negocio. Porque tanto Juan Pedro como Rocío eran los que se encargaban de supervisar el funcionamiento de los clubes, de controlar en definitiva a las chicas. Y lo hacían con mano férrea, imponiendo multas a discreción a la que incumplía las directrices. Junto a ellos, en este escalón intermedio, se situaba el gerente de la finca el Toro, Manuel S.C., quien se encargaba de llevar las cuentas de la organización. Y en el último escalón, los encargados de cada establecimiento.

Curiosamente, el patriarca y su mujer, tras reponerse de la sorpresa inicial al llegar la Guardia Civil a su casa, no se mostraron demasiado nerviosos. "Igual creen que esta vez también se van a librar", apuntaron desde la investigación. Y es que hace tiempo que la hija, Rocío, fue detenida por la Policía pero quedó libre por falta de pruebas.

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