Caso loli amaya

La defensa de Juan Manuel Jiménez admite el apuñalamiento

  • El acusado por el crimen de la colchonería solicitó una condena por homicidio y no por asesinato, como pidieron la fiscalía y la acusación particular

La defensa del único acusado por el crimen de la colchonería, ocurrido el 14 de febrero de 2008 y en el que murió acuchillada Loli Amaya, la dependienta de una tienda de colchones en Chiclana de la Frontera, cambió la estrategia en la última sesión del juicio y admitió la autoría de los hechos, aunque solicitó una condena por homicidio y no por asesinato, como pidieron la fiscalía y la acusación particular.

Igualmente, el acusado cambió su discurso y terminó el juicio pidiendo «perdón» a la dependienta de la primera tienda en la que robó aquella tarde, a la cual supuestamente amenazó de muerte si lo denunciaba, y afirmó que lo sentía «por la persona que falleció».

Antes, habían declarado los médicos forenses encargados de realizar la autopsia a la víctima, que manifestaron que la dependienta de la colchonería recibió dos puñaladas, una intimidatoria y otra que acabó con su vida.

Sobre la segunda de las puñaladas que recibió, aseguraron que el cuchillo le atravesó el brazo izquierdo y posteriormente le entró entre las costillas, afectando al pulmón y al corazón, que quedaron perforados. En este sentido, indicaron que la puñalada fue con «gran fuerza», ya que a pesar de chocar la hoja del cuchillo con el hueso del brazo (húmero), prosiguió la trayectoria, saliendo otra vez del brazo y entrando en el tórax. Asimismo, señalaron que según la trayectoria de la herida, probablemente la víctima estaba sentada o «al menos, en un plano inferior» al agresor.

Por otra parte, también declararon los médicos que realizaron el informe psiquiátrico sobre la imputabilidad del acusado, manifestando que a pesar de sufrir un trastorno paranoide de personalidad, no alteraba la capacidad de entender y querer, por lo que tenía capacidad para saber lo que hacía. Asimismo, negaron que sufriera un retraso mental, así como que se tratara de un impulso, sino más bien de una conducta agresiva e insistieron en que dicho trastorno no afectaba a las capacidades intelectivas y volitivas del acusado.

Con todo ello, la fiscalía elevó a definitiva su petición, un total de 28 años de prisión, mientras que la acusación particular elevó la petición de condena por el delito de asesinato hasta los 25 años, al entender que existió alevosía sorpresiva y ensañamiento, ya que la primera cuchillada la propinó para realizar «dolor» y posteriormente dio la segunda provocándole la muerte.

Por su parte, la defensa admitió por primera vez la autoría del crimen aunque defendió que no existían pruebas para declararlo como asesinato, ya que, a su juicio, no había quedado acreditada ni la alevosía ni el ensañamiento.

Una vez concluido el juicio, que quedó visto para sentencia, los familiares de la víctima se fueron a esperar la salida del acusado de la Audiencia Provincia con gritos de «asesino» y «criminal», lo que provocó que se tuviera que aumentar la presencia policial y que finalmente fuera sacado por otra puerta, aunque uno de los familiares sí estuvo presente cuando fue introducido en el coche policial, teniendo que ser parado por los agentes mientras que le gritaba: «Te voy a esperar aunque me cueste la vida».

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