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Provincia de Cádiz

El culto de Utopía

  • Utopía, crónica muy artística de los años 30 sin salir de Benalup, se ha convertido en un pequeño lugar venerado por los viajeros y prepara la expansión del "concepto"

Hay un cabaré en Benalup y es muy cierto, aunque la atmósfera de la fonda de Utopía esté cargada de una irrealidad extraña y rotunda. Hay una utopía en estado puro. Es un café-teatro de los treinta, la herencia de Bataclán, Folies Bergère, o puede ser Moulin Rouge, o una taberna tanguera, o un cabaré berlinés en el ocaso de Weimar. Vaya usted a saber. "Bienvenidos a Berlín, París, Buenos Aires, Benalup", comienza el espectáculo.

Utopía abrió sus puertas hace cuatro años. Su presentación pública fue la de un hotel temático sobre los años treinta en Benalup, junto a la choza de Seisdedos y, por eso, fue un proyecto polémico. Hoy no queda ni rastro de aquel barro y, como cada uno de los viejos cabarés, el negocio vive días (y noches) de gloria para orgullo de su creador, el leonés Miguel Ángel Fernández, periodista, productor, anticuario, guía de su propio museo y anfitrión atento; una persona capaz de conseguir cosas.

Para conocer Utopía hay que ir porque las descripciones no le van bien a aquel sitio. Baste adelantar que es más que un alojamiento en el que descansar, más que un restaurante en el que comer bien, más que un escenario en el que ser espectador, y más que un museo por descubrir. De puertas adentro, todo es una crónica coherente de los 30 construida a base de detalles, y también un lugar en el que "pasan cosas", sugiere el propietario.

Puede ser que el visitante acabe escuchando en un viejo gramófono los discos del Archivo de la Palabra en los que, durante la Segunda República, se grabaron voces de la actriz Margarita Xirgu, de Valle-Inclán o de Niceto Alcalá Zamora. Puede ser que el visitante descubra fotos de las salinas isleñas tomadas desde el Graf Zepellin en un viaje en el que el dirigible ("¡casualidades!") quizás sobrevolara Casas Viejas. También puede ser que duerma junto a un piano de principios del siglo XX idéntico al que Lorca tenía en la Residencia de Estudiantes. Y pueden ser muchas cosas más, porque en Utopía cada uno encuentra su camino.

"Quisimos crear un producto de singularidad y un discurso coherente en torno al espíritu de los 30. Recrear una experiencia de vida, de diálogos, de encuentros... Aquí recuperamos el concepto de viaje, de convertir el hotel en un punto de partida hacia un viaje que implica no una distancia física, sino una distancia cultural", relata Miguel Ángel Fernández en la fonda con Frida Kalho y su mono como atentos observadores, rodeado de columnas picassianas, varios televisores que proyectan una cinta de Chaplin, carteles de cine clásico y cuadros de Art Decó.

Después de cuatro años, la propuesta de Fernández y de su equipo ha llegado a su punto de ebullición. Cada fin de semana desfilan por el escenario de Benalup Los Intocables, o cantan Wyoming y Los Insolventes, Erentxun, Zenet o Ruibal, o la lía Pablo Carbonell; o hay noches de cabaré con guiones que nunca se repiten, piano y voz, danza del vientre, tango... Los clientes, mayoría andaluza, cenan, asisten al espectáculo y se quedan -o no- a dormir. Entusiasme o guste menos, es una experiencia. Muchos repiten. A veces van grupos. Se corre la voz y el movimiento va al alza. Es el culto de Utopía.

En verano de 2008, Ferrán y Albert Adriá, José Andrés, Juan Mari Arzak, Carbonell y Wyoming se presentaron allí a cenar y a vivir una noche "surrealista" -recuerda el anfitrión- que fue fotografía de portada de Diario de Cádiz. Otras voces conocidas han encumbrado el lugar. "Segunda noche en el mismo escenario. Lugar con duende. Mágico. Especial. Distinto. La sala llena, la noche entera. Mi guitarra, el piano, las velas, la copa de vino, mis nuevas Tricker´s . Caras conocidas. Me introduzco y disfruto en la nuevas canciones. Me gusto. Me siento terriblemente cómodo", relató Erentxun en su blog tras presentar su nuevo disco en la fonda.

Después de visitar Utopía, el crítico Fernando Gallardo escribió en El País que "Fernández/Joël Grey se ha montado su propio garito, un proscenio onírico donde pasar la noche, y hasta la tarde y la mañana, sin dejar de aplaudir ante semejante muestra de altruismo cultural". Y el dibujante Mikel Urmeneta, fundador de la "fábrica de dibujos" Kukuxumuxu, declaró su amor a "un oasis marciano cargado de historia y sentimentalismo donde hasta el último enchufe tiene algo mágico que susurrarte al oído". "Destino imprescindible de intelectuales y enamorados, de inquietos y de artistas, de viajeros interesantes y lugareños sensibles. De amigos, almas errantes o familias inteligentes. Refugio de celebridades, actores y músicos". ¿Quién es aquél de esa mesa que me suena tanto? Tal vez Woody Allen que se prepara para tocar el clarinete… No puede ser. Aquí sí."

Miguel Ángel Fernández admite su obsesión con los 30, una década luminosa, de explosión creativa, vanguardias, arquitectura, ciudades y libertades, años que no vivió pero que han vuelto "una y otra vez" a su vida. Ya ofreció un tributo a aquel tiempo con la creación en otoño de 1974 de Galería Multitud. La sala madrileña, que se mantuvo abierta cuatro años, fue el primer intento de revisar el arte español de los veinte y los treinta, de escribir una historia no contada salvando el oprobio franquista.

Ahora el productor vive en Zahara de los Atunes y se dedica a Utopía, otra revisión, aunque distinta. Después de cuatro años, "el negocio está asentado y es momento de dar un salto", planea. El empresario se ha asociado con el equipo de Kukuxumuxu para atraer nuevos viajeros de otros puntos del país, y también colabora en la puesta en marcha de "cosas parecidas" en otros lugares. "Nos apetece mucho el poder franquiciar este concepto", apunta.

Al mismo tiempo, él sigue soñando con nuevos espectáculos como el que debió ofrecer Glenn Miller tras la liberación de París, en 1944. El mito del jazz, misteriosamente, nunca llegó a su destino, pero en Utopía se le volverá a esperar durante toda una jornada.

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