Sierra

Mi casa, mi ruina

  • Los vecinos de la Verbena, en Arcos, cuentan la angustia de vivir con los deslizamientos del terreno

  • Hay algunos residentes que lo han perdido absolutamente todo

La que iba a convertirse en una de las urbanizaciones más bonitas de Arcos, con unas vistas privilegiadas a la vega, a la peña y al castillo símbolo de la ciudad, es hoy la ruina para muchas familias. No hay día que pase que Paco Marchante no se dé una vuelta por la que un día fue su casa y el sueño de su jubilación. Hoy una gran valla rodea dos bloques ruinosos de la calle Alcaldes Democráticos. En el interior de este perímetro parece que haya acaecido una especie de batalla que deja a la vista una enorme zanja, que arranca de cuajo dos bloques de pisos antes unidos, y escalones desgajados de la pared, con huecos que parecen fosas. Hay muchos matojos, grietas por doquier y, sobre todo, mucho dolor. "Ahí arrancó nuestro calvario", contesta Manuela Valenzuela, su mujer.

Entramos con ellos, y otros vecinos, en su edificio, una de las construcciones de la barrida de la Verbena, la zona de Arcos afectada por los deslizamientos de tierra que tienen en vilo a casi 300 familias que reclaman que se reanuden las obras para frenar los movimientos de tierra en esta ladera. Hay que recordar que la zona fue objeto de una primera intervención, pero desde hace tres años no han seguido los trabajos por falta de dinero. Ahora los afectados necesitan un acuerdo entre administraciones para financiar los cinco millones de euros para luchar contra este destino. Y el tiempo corre en contra. Mientras más se tarde, mayores serán los efectos sobre las casas y más presupuesto costará.

El piso de Paco y Manuela, del que sólo pudieron disfrutar cuatro años, está en la zona cero del desastre. En 2009 tuvieron que abandonarlo, junto a 22 familias más, por el peligroso estado en el que se encontraba con rajas por las que se pueden meter varias manos a la vez. También Ana López, otra afectada, tuvo que dejar su vivienda, en la que hoy campan a sus anchas enormes grietas que atraviesan su salón y otras habitaciones. La compró para que su marido, con minusvalía, estuviera más cómodo.

La historia del matrimonio y de Ana es similar: vendieron su primera vivienda para mejorar sus condiciones de vida y compraron la de la Verbena. Hoy se encuentran sin nada. A Ana le cuesta hablar del calvario, de la pena de haberlo perdido todo, de tener que vivir en casa de su madre porque la pensión que tiene no le da para comer y pagar un alquiler. A Manuela los ojos vivos que tiene se le apagan cuando echa la mirada atrás. Casi nueve años viviendo de alquiler pese a tener una casa nueva y pagada al contado con los ahorros de su vida, que está declarada oficialmente como ruinosa. "Vendimos nuestra vivienda de Cádiz para comprar ésta de Arcos y pasar aquí nuestra vejez después de haber trabajado en este pueblo tantos años. Ahora es como si yo misma hubiera estafado a mis propios hijos con la decisión de haberla adquirido, porque lo poquito que podía dejarles, este piso, ya no es nada", se lamenta.

Así que estos afectados piden que se les facilite un alquiler mientras se ejecutan las obras de consolidación para las que la Junta de Andalucía, la Diputación, el Gobierno de España y el Ayuntamiento tienen que ponerse de acuerdo para colaborar en la financiación. De momento, todas las administraciones han expresado públicamente su apoyo.

Pero mientras viene el dinero, la angustia sigue ahí. Los tres creen que los deslizamientos les ha pasado, también, una factura en su salud. A Paco, con un ictus, y a Ana, con un infarto. "No sólo es una pérdida material, nos han hipotecado nuestra salud", concluyen.

Antonio Gil y Antonio Román son otros dos vecinos de la Verbena que pertenecen, también, a la plataforma que reúne a los afectados para visibilizar este grave problema. Ellos no han tenido que abandonar sus hogares. Pero los crujidos que oyen cuando están acostados sobresaltan una tras otras sus noches. En su día, se explicó que los movimientos vienen por lo arcilloso del terreno y la filtración de las aguas subterráneas.

"Esto es un sinvivir. No se puede contar con palabras. No podemos dormir. En mi casa ya se han levantado las losas de la cocina", se lamenta Gil. Y eso que la cosa parecía que iba a menos cuando se realizaron las primeras etapas de intervención en la Verbena, cuyo proyecto dirigió el arquitecto Emilio Yanes. Hace tres años que terminaron esos trabajos. No había más dinero. "El propio arquitecto nos dijo que era una obra que había que empezar y terminarla de una vez. Nos puso como ejemplo que es como un enfermo que hay que operar y si se deja a medias se muere. Pues esto puede pasar aquí, que todo lo que se ha hecho hasta ahora para frenar los deslizamientos no pueda servir de nada si no se continúa", apostilla. Gil, como decenas de familias, depositó su futuro y sus ahorros en esta ladera de Arcos. Era la zona que más le gustaba para pasar sus años de jubilación después de haber emigrado a Barcelona.

"Cuando vinimos aquí, todo era precioso, con su parque y sus calles anchas. Ahora la visión es tercermundista, con calles cerradas, fugas de agua constante y garajes inundados". Quien dice esto es Antonio Román, uno de los primeros pobladores de la Verbena. Pide, como el resto de afectos, que las administraciones competentes, las cuatro que han mostrado su colaboración, no retrasen más la intervención para frenar los movimientos. "No podemos esperar más. Los que aún conservamos las viviendas sólo pensamos que si no se pone remedio urgentemente, nos tendremos que marchar de aquí también", reflexiona.

Tiene claro que la "punta del iceberg" de los deslizamientos en Arcos está en la Verbena. "Como esto no se frene, no sabemos qué puede pasar porque lo de arriba, que son otros barrios urbanizados del pueblo, viene empujando hacia abajo". De hecho, los deslizamientos en Arcos no se circunscriben sólo a la Verbena. Se calcula que el problema se extiende a un área mayor con varios miles de casas.

Así que estos residentes están librando una particular guerra a contrarreloj para que haya una solución. En las últimas semanas, autoridades de distintos signos políticos han pasado por la Verbena para mostrar su disposición a poner dinero. Los habitantes de la barriada sólo piden una cosa: "que no se politice este tema".

Están cansados de vivir con la angustia de no saber si al despertarse por la mañana sus casas permanecerán intactas u otra grieta vendrá a instalarse. "Bienvenidos sean todos los que estén dispuestos a ayudar. Pero no queremos que la Verbena se convierta en un instrumento de promoción en favor de ellos", insiste Gil.

Mientras esperan a que las máquinas vuelvan, Paco Marchante seguirá con su presencia estoica contemplando su casa, a la que quiere volver un día. "Espero que sea verdad a lo que se han comprometido los políticos. Sólo les pido que no nos dejen de la mano", concluye.

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