Provincia de Cádiz

Ostiones de alta mar

  • Tras ocho años de investigación, la Cofradía de Conil lidera en colaboración con la Junta una iniciativa única en España: el cultivo de este molusco en hileras de cestas sumergidas a cinco millas de la costa

A cinco millas de la costa conileña, sumergido a más de diez metros de profundidad se encuentra uno de los tesoros pesqueros de la provincia. No es histórico, pero sí único en España y prácticamente en todo el mundo: un cultivo de ostiones en hileras de cestas (denominado long-line). Sólo en Cataluña y Galicia tienen implantado este sistema de producción, pero para otras especies, y hay que viajar hasta las antípodas australianas para encontrar esta clase de acuicultura marina en aguas abiertas.

La promotora de esta singular iniciativa es la Junta de Andalucía, que en 1999 puso en marcha las investigaciones para valorar las posibilidades de este tipo de acuicultura en el Golfo de Cádiz y dar con el sistema idóneo para llevarlo a cabo. La primera fase se desarrolló en Rota y posteriormente, en 2003, se trasladó a Conil, donde ahora la Cofradía de Pescadores se ha hecho cargo de su gestión y comercialización -que comenzó en otoño-, lo que representa un importante avance en la implicación del sector pesquero tradicional en la acuicultura. Para Paco Padilla, jefe de producción, éste es uno de los grandes valores del proyecto, para el que, precisamente, se seleccionaron especies viables que no colisionaran con las propias de la pesca local y se contrató a personal procedente de este sector. Además, todo el proceso ha contado con ayudas públicas que suman 5,3 millones.

Y es que junto al ostión también se ha empezado a cultivar lubina y se experimenta con la corvina, dos peces que constituyen, junto a la dorada, la producción acuícola básica en la provincia, aunque hasta ahora sólo en esteros y no en mar abierto -con esta modalidad sólo se producen mejillones en La Línea-. Estas dos ya no se hacen a través de cestas, sino en grandes jaulas ancladas al fondo marino.

En total, la superficie, ocupada en virtud de una concesión de diez años, es de 320.000 metros cuadrados. La previsión es que a finales de año habrá instaladas 25 hileras de 250 cestas con el objetivo de producir al año un millón de ostiones y cuatro jaulas para 600 toneladas de lubina.

Y, muy importante, todo ello sin producir interferencias con usos turísticos ni impacto ambiental o visual en la costa, ni, incluso, en pleno mar, tal y como comprobó este periódico en una visita: los materiales de las estructuras son inocuos para la fauna y la flora, los posibles restos se dispersan rápidamente al ser aguas abiertas y sólo se divisan las boyas de flotación de las hileras y las balizas perimetrales de la zona.

El proceso arranca en el puerto de Conil, donde los alevines se preengordan primero en semilleros y jaulas semihundidos antes de ser trasladados a alta mar para que completen su ciclo de crecimiento. La semilla de los ostiones se compra a empresas locales, como Amalthea, con una dimensión mínima dos milímetros, se preengorda hasta 1,5 ó 2 gramos y el molusco se pone a la venta con no menos de 75 gramos y unas cualidades muy características que les diferencian del resto, como su forma redondeada, su color violáceo, su concha de finas capas y, sobre todo, la alta cantidad de carne que contiene, según destaca Padilla.

Mientras, los peces pasan de cinco gramos -alevines adquiridos a Cupimar- a entre 25 y 50 en los semilleros y el objetivo es que lleguen a los 800 gramos, aunque inicialmente no se comercializará por piezas, sino fileteados y envasados.

En total, entre diez y doce meses, mientras que en otros puntos del planeta donde los producen de forma similar, aunque en zonas intermareales o menos expuestas como Francia, el proceso se alarga hasta los tres años. La clave de esta importantísima ventaja es que las fuertes corrientes del Estrecho aportan mayor cantidad de nutrientes (fitoplancton) que multiplica la velocidad de desarrollo.

Este factor, unido a las aguas más limpias (clasificadas como zona A), el menor riesgo al sumergirse profundamente y el uso de nuevas redes sintéticas más resistentes, han demostrado que el cultivo en alta mar no resulta tan complicado y costoso como se pensaba, llegando incluso el grado de supervivencia del producto al 90% ó 95%, según explica el jefe de producción.

Y nada de esto tendría sentido sin la última fase del proceso: la comercialización. Los productos son limpiados y envasados en la lonja, lo que permite seleccionar aquellos que cumplen las condiciones de tamaño y forma. La previsión de este año es vender 35 toneladas de ostiones. Poco a poco se van cumpliendo las expectativas: hoy el encargo ha sido de 60 kilos para Pescados Rodríguez que irán a la subasta de segundas ventas de El Puerto; y el año que viene, sin falta a la ostionada de Cádiz, una plaza experta que, seguro, será decisiva.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios