enfoque de domingoUna mirada al Metal

Del Mar del Norte a las Bahamas

  • La asociación entre Blue Parrot y Martín Bahía supone una de las mayores aventuras de internacionalización emprendidas nunca por el sector auxiliar naval

Un chiste: un hombre entra en una pajarería y ve tres loros, uno amarillo, otro verde y otro azul. Pregunta el precio del amarillo: mil euros. ¿Qué hace? Nada, come y poco más. ¿Y el verde? Dos mil. ¿Y eso? Uy, este habla como Castelar y en varios idiomas. ¿Y cuánto es el azul? Diez mil. Caramba, ¿qué sabe hacer? Ni puta idea, pero los otros dos loros le llaman superintendente.

Blue Parrot, loro azul, nace como marca con ese chiste y como planta dentro de la Bahía hace dos años y medio. Juan Sancho, burgalés de nacimiento, es el emprendedor que la puso en pie cuando fue enviado por la multinacional para la que trabajaba como responsable de operaciones a supervisar la plataforma que Dragados estaba montando en La Cabezuela. Y aquí tuvo la idea de asentarse "pensando en una posición geoestratégica de cara al mantenimiento de los petroleros que pasaban por el Estrecho". Pero nada de eso pasó. Pasó otra cosa por la cual en los próximos años centenares de trabajadores del Metal de la Bahía acabarán trabajando en las Bahamas.

Pero vamos a dar algo de suspense a esta historia alucinante. Porque hay que partir de cómo puede llegar a surgir una asociación entre un joven de Burgos que empieza su carrera profesional trabajando para la Casa de la Moneda con un mecanismo que da exactitud al agua de los billetes de euro y un joven de Alcalá de los Gazules que inicia sus primeros pasos laborales fumigando ratas y cucarachas.

Empecemos por el segundo. Su nombre es Francisco José Solino. Hijo de un funcionario de Diputación que había tenido algunos negocios en Alcalá, a los 17 años decidió que no quería seguir estudiando. Y el padre le puso a trabajar. Un negocio de fumigación de unos familiares en Málaga le dio la idea para montar su primera empresa, Coplaga. "Fumigando se conoce a mucha gente", explica. Fue contratado por la Base de Rota para tratamiento de la madera, pero la madera había que llevarla a su centro de operaciones en el Trocadero y esto lo hacía un camionero al que una diabetes enconada le iba a retirar del negocio y le ofreció a Solino que se quedara con sus tres camiones. Y así Solino se hizo transportista. "¿Alguna idea sobre camiones?". "Como el loro, ni puta idea, pero algo haría bien porque ahora tengo 19 camiones". Seguimos. De resultas que una de las cosas que hacía era sacar residuos de los tres astilleros, montó una planta pequeñita de residuos. Y ya van tres. Y de resultas que sacaba los residuos de los astilleros pensó que por qué no montar otra empresa para calderería. Y en el último de los 'de resultas', ya que estaba en eso, surgió la posibilidad de comprar una empresa con 30 años en el sector auxiliar homologada tanto por Airbus como por Navantia, Martín Bahía. Así hemos llegado a donde queríamos llegar, con Solino al frente de una empresa auxiliar que emplea de manera fija a medio centenar de personas y que puede llegar a tener trabajando al mismo tiempo a unas 200 personas.

Al joven burgalés le hemos dejado trabajando para la Casa de la Moneda con 20 años, pero su padre, que trabaja en una plataforma del Mar del Norte, cuando regresa de las largas temporadas de trabajo cuenta historias que hacen que Juan Sancho insista en ir con él a trabajar allí. Pasó un año en la plataforma con jornadas de "15 y 16 horas sin apenas días de descanso. Esa fue mi arrancada". Trabajando para la multinacional británica Saipem, va subiendo en el escalafón y con sólo 28 años se convierte en el superintendente más joven del sector de las plataformas offshore. Salta de las plataformas a jefe de operaciones y reside en Londres, para después encargarse de un proyecto de Estados Unidos y allí es donde le dicen que le envían a España, a Cádiz, al proyecto de Dragados.

Los caminos se han cruzado. Juan Sancho ve la oportunidad de montar Blue Parrott, que era algo que le rondaba en la cabeza hacía tiempo, volar por libre. "Diez de mis compañeros en la multinacional me siguieron con los ojos cerrados y si bien es cierto que la idea inicial de los petroleros no era viable por el hundimiento del precio, nos reinventamos". Y allí apareció Solino. Solino se ofreció a Sancho a brindarle todo el personal que necesitara desde su empresa Martín Bahía y de ahí nació "una sociedad sin socios, somos amigos y ya está", explica Solino. Uno pone la mano de obra, otro la tecnología.

Desde la oficina de Blue Parrott en Londres se diseñan los proyectos y empiezan a concursar. Su primer gran éxito lo logran en Noruega, donde se quedan con la fabricación de una pasarela telescópica hidráulica autocompensada. Es un diseño propio con uso de novedosos materiales para el tránsito entre plataformas y barcos. "Es la pasarela más grande del mundo. Fue una plataforma llave en mano, entre la empresa de Fran y la mía lo hicimos todo: diseño, construcción, montaje y mantenimiento", dice Sancho, que también agradece la ayuda de Navantia para el transporte, "gracias a Pablo López, el director, y Antonio García". En esa plataforma intervino buena parte de personal técnico de Cádiz. El siguiente proyecto es una tuneladora para aerogeneradores que también se instalarán en el Mar del Norte por Iberdrola. Otro de los acuerdos importantes tiene que ver con la licitación para las plataformas de una de las más importantes petroleras del mundo con sede en Abu Dabi.

Pero lo inminente está en las Bahamas. Un trabajo para un armador americano de cruceros, en el que emplearon a 200 personas durante casi un mes, resultó tan satisfactorio que empezaron a competir con éxito en ese sector. Juan Sancho vio la oportunidad y creó dos sociedades en Miami para poder operar en ese mercado, uno propiamente para los cruceros y otro para la logística. Con ellas se van a poner en marcha un total de 30 diques secos para la reparación de otros tantos cruceros y para los que necesitarán no menos de un millar de trabajadores, de los que la mitad serán españoles y de ellos, un buen número, aún sin cifrar, de la Bahía, pero nunca menos de 300. El resto del personal, para tareas no cualificadas, será cubano. "Somos conscientes de que tenemos que tener un crecimiento orgánico, no podemos crecer al ritmo que demandan los clientes". Los trabajos en los diques de Freeport, el principal enclave de cruceros del mundo, comenzarán casi de inmediato. "Quien quiera trabajo tendrá que moverse".

Solino cree que uno de los problemas con los que se pueden encontrar es con la dificultad de encontrar mano de obra cualificada sólo en la Bahía. "Hay oficios como el de herrero que se están perdiendo. Necesitamos soldadores, pero hay pocos con experiencia porque ese oficio ha sufrido la falta de carga de trabajo. Pero lo que siempre he tenido muy claro es que si sólo dependes de los astilleros, cuando no hay trabajo te quedas con los brazos cruzados". Juan Sancho dice que no tiene ningún interés en hacer competencia a la industria auxiliar de la Bahía, "todo lo contrario, lo que quiero es que esa empresa auxiliar colabore con nuestros proyectos internacionales y contribuir a crear aquí valor añadido para poder ser competitivos".

Nos despedimos mientras paseamos por la gigantesca planta de Blue Parrot situada junto a los astilleros, cuando se dan cuenta de que se les ha olvidado algo: "Ah, por cierto, hemos puesto un chiringuito en El Palmar, se llama Santa Guadalupe. Ponemos espetos. Pásate por allí". Me hace gracia: "Menos mal que el loro azul no hacía nada".

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