Al finalizar la ceremonia castrense de entrega de despachos, los nuevos sargentos de la Armada se dirigieron a la escalinata del Panteón de Marinos Ilustres para hacerse la foto de familia, de rigor en un acto como el que ayer acogió la Escuela de Suboficiales de San Fernando.

Lo hicieron en formación, abriéndose paso entre los cientos de familiares que, una vez acabado el acto, aguardaban en el patio de armas para abrazar a sus hijos, esposos, hermanos... ya convertidos en suboficiales de la Armada tras dos intensos años de formación e instrucción militar. Entonaron los nuevos sargentos Soldadito español y la escena pareció salida de una película española de los años 60, como si el tiempo no hubiera pasado en estas históricas dependencias militares de la Población Naval de San Carlos.

Y lo cierto es que a la Armada le gusta cuidar al máximo sus tradiciones, que defiende a capa y espada. Por eso, actos como la entrega de despachos apenas varían de un año a otro. Una ceremonia de rigurosa etiqueta militar que tiene como contrapunto la alegría y el orgullo de los familiares, que desde el público aplauden y vitorean -merecidamente, por supuesto- a los nuevos suboficiales en un momento decisivo de su vida militar.

El intenso calor del mes de julio, los abanicos desplegados y moviéndose frenéticamente, las cámaras de vídeo grabando, las imprescindibles fotos, los abrazos entusiastas al término del acto, los blancos uniformes, el sentido homenaje a los caídos y la salva de fusiles que se dispara al unísono y que hace llorar a los más pequeños, las gorras de plato lanzadas al aire con júbilo... son también escenas que forman parte de esta tradición que cada año se repite en la Escuela de Suboficiales de La Isla cuando acaba el curso académico. Ayer, por supuesto, volvieron a verse mientras que la Armada daba la bienvenida a 162 nuevos sargentos que abandonaban este centro de formación militar. Comenzaban su trayectoria como militares de carrera.