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enfoque de domingo

Flojos y graciosos

  • Frente a estereotipos que no se sostienen pero que, desde luego, se mantienen, distintas voces reclaman la vindicación del sur más allá del victimismo

Para Miguel Ángel Tamarit, los trabajadores "de las navieras y astilleros de Cádiz eran famosos por ir a pescar con el mono de trabajo".

Para Miguel Ángel Tamarit, los trabajadores "de las navieras y astilleros de Cádiz eran famosos por ir a pescar con el mono de trabajo". / julio gonzález.

Los andaluces -decía Durán i Lleida- se "pasan el día en el bar" a costa de la contribución de los catalanes. Los niños en Andalucía, apuntaba Ana Mato, son prácticamente analfabetos. "El hombre andaluz -firmaba Jordi Pujol- vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual". Las declaraciones de Miguel Ángel Tamarit -esas en las que decía que los gaditanos eran muy graciosos pero que no sirven para trabajar, de las que posteriormente se retractó- no surgen de la nada. El tópico que identifica, no ya al gaditano, sino al andaluz, como un tipo poco trabajador, chistoso, servil e inmovilista, lejos de remitirse, ha ido creciendo en gracia y esplendor. Aquí falta, se dice, desde todos los púlpitos posibles, interés, mimo, cultura del trabajo. Un estereotipo en el que se abunda cuando, en realidad, a poco que se eche un vistazo a los parámetros históricos y sociales, no se sostiene. Con los sangrantes porcentajes de desempleo en la mano, se podría decir que el panorama laboral de los andaluces/gaditanos podría tener título de novela decimonónica: Desmantelamiento y diáspora. Nunca parecen mencionarse cuestiones como que, por ejemplo, andaluces y catalanes son los que proporcionalmente más tributan. O que la región entera parece sentenciada a vivir del turismo, ese sector tan poco dado (ejem) a la precariedad.

El andaluz -gaditano como epítome, si se gusta- es flojo, inculto, chistoso e inservible. O lo mismo podemos dejar también lo de invisible. A Manu Sánchez -andaluz, humorista, amante del Carnaval gaditano y autor de Surnormal profundo (Aguilar)- el tema de los tópicos le toca por varios flancos, aunque para él, la definición de vagos no entraría en lo que entendemos por estereotipo: "En el cliché siempre hay parte de verdad y de mentira... Pero en el tema de no trabajar, en Andalucía, ya entramos dentro del delirio, cuando con toda la red de caciques y terratenientes, no cabe duda de que los andaluces somos los que más hemos trabajado y en condiciones más precarias. Si a mí me hacen una caricatura con la cabeza muy grande, pues mira, tiene algo de verdad; si me la hacen con los ojos azules, es que no soy yo".

Para el historiador Diego Caro, la asociación entre andaluz y vagancia tiene "una construcción literaria muy importante, sobre todo, a partir de la mirada de los románticos del XIX, que ofrecía un paisaje agreste, donde la cultura del trabajo no aparecía por ninguna parte. El famoso África empieza en los Pirineos. Esos tópicos seguirían subrayándose con relatos pseudofilosóficos sobre el alma andaluza, a cargo de Ortega y Gasset y otros, y con contribuciones folcloristas como las de Pemán. Todo es aventura y pasión: no se cuenta la revolución del vino en Jerez, ni la industria minera en Huelva, ni se menciona lo que fue la industria textil en Málaga".

Cierto: aunque todas ellas tenían capital e iniciativa no autóctonos -lo que también dice muy poco del carácter emprendedor de quienes sí tenían el dinero en Andalucía-. Gran parte de estos pasos dentro de la modernización fueron desbrozados, precisamente, a beneficio de las industrias del norte del país.

La imagen del andaluz indolente no es ajena a una malinterpretación de la realidad que presentaba la estructura socioeconómica de base latifundista: no se trabajaba siempre, ni trabajaba todo el mundo. Y solía haber gente en la plaza del pueblo o en la cantina: sí, esperando a que los llamaran para echar la peoná. "Luego está -indica el historiador- todo el discurso que se fue construyendo interesadamente durante la Transición respecto al PER cuando, si se compara con lo que han costado los procesos de reconversión de la minería en Asturias o del País Vasco, es irrisorio".

Y los andaluces somos, también -por supuesto- pasivos, incultos, reaccionarios. "Precisamente -apunta Diego Caro- cuando el pueblo andaluz ha mostrado siempre unas señas de identidad muy elevadas, y una alta conflictividad social: territorios muy parecidos, como La Mancha o Extremadura, no podían compararse ni de lejos".

Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. El levantamiento de Riego. ¿El inicio de algo que podría calificarse de lucha ecologista? El Año de los Tiros. ¿El anarquismo en España? Pues, en gran parte, por aquí, a la izquierda. Cuánta justificación. Qué agotamiento.

"¿De verdad tenemos que andar justificando cosas que no tenemos por qué justificar? Es lo que digo, que nos dejen ser 'surnormales profundos' -insiste Manu Sánchez-. La responsabilidad de la ignorancia es responsabilidad del ignorante. Esa sensación constante de que se acercan a nosotros desde el absoluto desconocimiento... No es que ataquen el Carnaval o a Andalucía, es que no parecen conocerla. Es hora también, por nuestra parte, de poner en valor a todos los que nos han cantado y contado, a Aleixandre, a Bonald, y hacerlo con conocimiento de causa. Hemos de abandonar esa imagen exótica que nos impusieron".

Graciosos. "Hay parte de verdad irrefutable en eso de que el andaluz es gracioso, no por geografía, sino por características: no es que los mallorquines tengan una predisposición genética a hacer ensaimadas cojonudas, pero el trabajarlas diariamente hace que les terminen saliendo muy bien -explica Manu Sánchez-. En Andalucía se ha hecho músculo para el humor. Ha sido una forma de supervivencia ante situaciones muy complicadas".

Para el historiador y estudioso del Carnaval Santiago Moreno, el humor y el sur pueden tener que ver con clima y geografía social: "Vivir en la calle da un alto grado de sociabilidad, de convivencia forzosa, además, entre gente muy distinta, y yo creo que de ahí es fácil que salga la ocurrencia, el humor. Tal vez por eso el desarrollo especial que tuvo en Cádiz, aprovechando muchas influencias, el cruce de África con el comercio de esclavos y la presencia de las familias italianas. Y episodios como el asedio y la Constitución del Doce, que le dieron al pueblo la opción de conocer, saber y criticar qué era lo que estaba pasando en la esfera social y política, estoy convencido de que terminaron marcando la evolución de nuestro Carnaval".

Sumando los factores de gracioso, ocurrente y vago, con su puntito de desesperación, el resultado viene a ser la rutilante figura del pícaro. Para Santiago Moreno, la picaresca es una de las consecuencias de la situación a la que quedó abocada la Baja Andalucía: "Hay uno, actualizado, que me cae especialmente mal: el del clavazo al turista. Pero pícaros hay muchos -advierte-. No olvidemos la picaresca a gran escala: la de la corrupción política y las mordidas".

El escritor roteño Felipe Benítez Reyes ha trabajado la figura del pícaro tanto con un giro surrealista (el Walter Arias de El novio del mundo, reeditada por la Fundación Lara), como en ese pícaro en carne y hueso, de toma a tierra, que es el Rányer de El azar y viceversa. Para él, el pícaro es una figura universal y estable: "¿Te imaginas que fuera verdad, que aquí se pudiera vivir sin trabajar? ¡Sería el Paraíso! Oye, hemos conseguido muchas cosas, si nos los proponemos, lo mismo llegamos... En fin, aquí lo que ha habido siempre es menos oportunidades de trabajo que pereza. Esas generalizaciones lo que corresponden es a una falta de entendimiento de la realidad. Y, a más colmo, ser pícaro, buscarse la vida, es además un gran quebradero de cabeza".

¿Tenemos los andaluces/gaditanos cierta culpa respecto al tópico? ¿Abrazamos con demasiada saña el traje de faralaes? "Digamos que la culpa no es de la gente, sino de los que tienen que administrar los recursos de la gente -comenta Benítez Reyes-. La alegría no tiene que ver con la laboriosidad, qué idea más penitencial es esa... El humor es una catarsis que te ayuda a que la vida sea más colorida, más alegre. Ahora, cuidado, mucho cuidado con el puritanismo porque tiene más disfraces que todo el historial del Selu. Antes, la Inquisición o la Iglesia podían retirar algo según falta a la moral, el credo y las buenas costumbres, y ahora puede hacerlo lo políticamente correcto: el fin es el mismo, hacer una forma de vida lo más penitencial posible".

Y, por no dejar polémicas en el tintero, recientemente también lo fue el andaluz como habla. "¿Por qué hablan en andaluz? -era el clamor común tras el estreno de La Peste-.¿No ven que no se entiende": "Cuando no era una cuestión de acento, sino de dicción y sonido -apunta Benítez Reyes-. Esas críticas sin fundamento se deben a una especie de sentimiento de diferenciación tribal, a base de denigrar a las demás tribus". El Teorema del Agravio Comparativo según Paralelo. Para un extranjero (artículo satírico del Times mediante) los españoles todos somos vagos, jaraneros, chillones e impuntuales. En el norte de España, se asume que esos tópicos son "de Madrid para abajo". En Madrid, de Despeñaperros para abajo. Y porque el Sahara no es español.

Manu Sánchez se manifestó públicamente respecto al habla de La Peste: "Es que no es ni siquiera un prejuicio: es un juicio. Es un habla que ya has escuchado y te estorba, te parece incómoda -desarrolla-. Siguen igualando el nivel vulgar del lenguaje con cualquier forma del habla andaluza:el único problema que tiene el centralismo con el acento andaluz es que somos pobres".

Coincide con la explicación que el divulgador y filólogo Nacho Iribarnegaray realizaba en YouTube: "Cuando te ríes del acento andaluz, estás replicando el comportamiento que tenía tu tatarabuelo con los sirvientes: ¿Has visto a la criada, cómo habla? Hay que ver cómo es". Puritita aporofobia.

"Cuando alguien habla en catalán, es que suena a sofisticado, a empresario, pero el ceceo les suena a mi abuelo que recogía algodón, del que sacaban buenos beneficios los empresarios textiles -continúa Manu Sánchez-. Lo que tenemos que arreglar como sea es lo de dejar de ser pobres, no lo del acento".

Para el humorista, además, las críticas escondían un cainismo rampante: "La Peste es nuestra historia contada desde aquí, no la que han venido a contarnos. Alberto Rodríguez, de aquí. Un Paco León que no hace de graciosillo... Lo que escuece es que los 10 millones de euros se hayan quedado aquí, que las localizaciones sean andaluzas y que el equipo sea andaluz, que parece que sólo existe Madriluña. Si lo que se quiere decir es que aquí no se trabaja bien, pues ese será el caballo de batalla. Retomo el eslogan de la serie para decir: Andalucía está aquí. Algo está cambiando... Como diría Martínez Ares, ladramos y mordemos".

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