Crítica de Teatrocine

Érase un hombre a una nariz pegado

Una escena de la obra 'Cyrano de Bergerac', representada este sábado en el teatro municipal Pedro Muñoz Seca.

Una escena de la obra 'Cyrano de Bergerac', representada este sábado en el teatro municipal Pedro Muñoz Seca. / andrés mora

Noche mágica para los aficionados que llenaron el Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca para ver el montaje de la inmortal obra de Rostand, 'Cyrano de Bergerac'. Teatro en estado puro. La obra, naturalmente, era conocida para la mayoría de los espectadores, y seria pretencioso e ingenuo por mi parte comentar la historia, pero lo que a todos sorprendió y entusiasmó, fue el montaje realizado por Alberto Castrillo-Ferrer y la interpretación de José Luis Gil y el resto del elenco.

No estamos acostumbrados a ver una función de esta envergadura sobre las tablas de nuestro Teatro. Lo normal son montajes para uno o dos personajes, fáciles de llevar de ciudad en ciudad, Aquí eran siete actores sobre las tablas, todos perfectamente identificados con los personajes a los que interpretaban, sobresaliendo el protagonista, Cyrano, interpretado por José Luis Gil, al que estamos acostumbrados a ver en la TV en papeles cómicos de series intrascendentes y poco cuidadas, pero aquí no era ese José Luis Gil televisivo, aquí era un gran actor encarnando a un personaje del que desde que era niño, estaba enamorado.

Decía el actor en una entrevista que tras haber representado clásicos como Segismundo, Romeo, Crispín o Hamlet, se había dado cuenta de que Cyrano sería su personaje preferido toda la vida y eso trascendía las bambalinas y se notaba.

Junto a él, completando el reparto, la actriz Ana Ruiz, que da vida a Roxane, y Álex Gadea encarnando a Christian. Rocío Calvo, Joaquín Murillo, Ricardo Joven y Nacho Rubio fueron el resto de actores encargados de poner en pie la obra.

El montaje es moderno, sencillo y muy eficaz. La escenografía de Alejandro Andújar está magníficamente resuelta apoyándose en técnicas audiovisuales, con proyección de dioramas de gran belleza y espectacularidad de los que en ningún momento se abusa y que una vez mostrados al público se difuminan y quedan presentes como un fondo desvaído que compagina perfectamente con las maderas que cubren el suelo y las paredes.

La puesta en escena utiliza las mesas y sillas, que se van moviendo según interesa a la acción, y las telas juegan un papel importante, telas que a veces nos recuerdan los rojos con los que se cubría el Cardenal Richelieu y los tres mosqueteros y otras, las yedras que cubren los muros del torreón en el que se desarrolla la acción.

A todo esto se une un vestuario magnífico y una iluminación que ayuda a que todo resalte, luzca y sobresalga en su justa medida y solo cuando es necesario.

Fueron aplaudidas las secuencias cinematográficas insertadas en la historia en las que se nos muestran batallas o paisajes, de gran belleza así como los diálogos y versos, y algunas coreografías y cánticos incluidos por los adaptadores del texto original, Carlota Pérez Reverte y Alberto Castrillo-Ferrer, que sirven para cambiar las diferentes atmósferas de obra en la que vemos escenas de aventura, pasión, tensión, humor, belleza, amor y desamor.

Cyrano de Bergerac es uno de los personajes más carismáticos de la literatura universal, un ágil espadachín y un brillante poeta, obsesionado por la fealdad de su descomunal nariz. Enamorado de su prima, vive un amor imposible a través del apuesto Cristian, el torpe soldado, enamorado al que Cyrano presta su ingenio y sus versos, capaces de seducir a la joven que cae rendida, no ante la belleza del joven, sino ante su ingenio y sensibilidad y es que la obra es un canto al lenguaje, al poder de la palabra.

Cyrano ayuda al joven, a través de la palabra, del lenguaje, a seducir a su amada, y pone por encima de todo la felicidad de los jóvenes. Un drama romántico, tremendamente teatral, que sigue interesando y gustando al público de hoy como al de la época en que se estrenó.

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