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Tribunales

"Reían y gritaban: 'Remátalo, Pedro'. Aún me resuena"

  • Escalofriante relato de Juan Cadenas, el policía local víctima de los Cachimba en el asalto a la comisaría de Puerto Serrano, en el primer día de juicio

Una orgía de violencia incontrolable que quizá no superó los quince minutos fue ayer diseccionada durante más de tres horas desde todos los ángulos en la primera sesión del juicio por el asalto de los hermanos Venegas, conocidos en buena parte de la Sierra como los Cachimba, a la comisaría de la policía local de Puerto Serrano en la noche del 17 de enero de 2015.

El resultado fue que uno de los agentes de la localidad, Juan Cadenas, perdió el ojo y casi la vida a manos de tres hermanos que ayer se sentaron en el banquillo esgrimiendo, en su aspecto y sus declaraciones difíciles de traducir por la tosquedad con la que se expresan, la supuesta inocencia de quienes no hubieran visto pasar la evolución por ellos. En su declaración argumentaron sus enfermedades mentales y sus adicciones. El no ser conscientes de lo que estaban haciendo y que lo que hicieron fue causa de la violencia anterior utilizada por la policía contra el menor de ellos. Lo que hicieron fue un episodio, por su brutalidad sin sentido, más propio del Oeste que del siglo XXI. Un hermano, "que estaba muy loquito", Jorge, el menor, es detenido por conducción temeraria, muy temeraria -a cien kilómetros por hora, según el compañero de Cadenas, en el casco urbano de la población, con la gente despavorida quitándose de los veladores para no ser atropellados- y los dos hermanos mayores, sobre todo, Pedro, el más salvaje, que no paran hasta sacarlo de las dependencias policiales, unas dependencias que son una antigua estación de autobuses sin las más mínimas condiciones de seguridad. Al final, lo consiguieron. Sacaron a su hermano de allí.

Los hechos pudieron analizarse desde todas las perspectivas, ya que las testificales de ayer por la mañana en la sección octava de la Audiencia provincial, en Jerez, corrían a cargo de los seis protagonistas de los hechos -el séptimo, el hijo del mayor de los Cachimba, ha sido juzgado en un tribunal de menores-.

Sin duda, el momento más emotivo fue el relato de la víctima, Juan Cadenas, que se vio incapaz de declarar de cara a sus verdugos, a los que los policías que los custodiaban tuvieron que ordenar callar varias veces, ya que en un principio no paraban de cuchichear entre ellos. Pidió Cadenas que se le pusiera una mampara por delante. Sólo se pudo escuchar su voz, la mayor parte del tiempo entrecortada y temblorosa por la emoción.

La noche en la que Cadenas salvó la vida de milagro no se le quita de la cabeza. No se le quita de la cabeza que "los dos hermanos reían y gritaban: 'remátalo, Pedro'. Aún me resuena en la cabeza". Según Cadenas, Jorge y Pepe jaleaban a su hermano Pedro en el momento en que éste vence las defensas de Juan y logra abrirle en la cara las heridas con un cristal punzante, "muy afilado", de unos veinte centímetros.

El arma se la había fabricado él mismo al reventar la puerta de la comisaría a puñetazos y patadas y romper el cristal que protegía la frágil estructura de aluminio. "Cuando después de defenderte para salvar tu vida te ves en desventaja, que has perdido las fuerzas... eso es muy duro".

Cuando se produce esa agresión, los dos agentes de guardia, más uno de paisano que han conseguido llamar de refuerzo, han asistido a una locura de gritos, autolesiones y amenazas. "Te cortaré la cabeza, mataré a tu hijo, violaré a tu mujer", le había gritado Jorge cuando, engrilletado, es empujado al interior de las dependencias, según el relato de Cadenas.

Detrás de Jorge, viene Pepe con su hijo y, posteriormente, alguien avisa a Pedro. "Ni cuatro agentes ni cinco hubieran podido reducirles. El nivel de violencia desde el mismo momento de la detención de Jorge, minutos antes en el pub, era incontrolable". Reconoce Cadenas que sintió terror y que su error fue guardar el arma cuando Pedro, por un momento, dejó de amenazarle y empezó a cortarse él mismo los brazos con el cristal aullando de rabia.

Ese instante de debilidad es el momento en que Pedro pierde interés por sus propios brazos en una danza macabra escenificada por uno de los agentes locales presentes y vuelve sobre su presa, le acorrala y, mientras Cadenas tiene las dos manos libres, puede defenderse, lo hace incluso con un gel disuasorio, pero falla y a quien da es a su compañero David, que, por segundos, pierde la orientación. Luego dos pasos mal dados hacia atrás, tropieza con una papelera y va a caer de espaldas, pero Pepe le agarra al vuelo por un brazo. Ya le tienen en sus manos. No puede defenderse. Pedro ataca. Son sólo unos segundos. A David no le da tiempo ni de reaccionar, declara.

¿Cómo se zafó Juan? No lo sabe. Pero su compañero David le oye gritar "me han dado, me han dado" y sale huyendo "despavorido", a la busca del furgón. Deja un abundante reguero de sangre como una estela. Tiene la serenidad, la poca que le queda, de echar el pestillo del coche, porque Pedro y Pepe van detrás de él y Jorge sigue gritando enloquecido 'mátalo, mátalo'. Pedro trata de abrir la puerta del furgón, quiere sacarle de allí. David logra subirse al furgón al asiento del acompañante y Juan arranca. David se queda espantado con lo que ve, con lo que le han hecho a su amigo. Juan Cadenas continúa con un hilo de voz: "Sangraba como un animal, sólo quería salir de allí con vida, quiero que me curen y ver a mi hijo, pensaba. Es lo único que quiero. Quiero sobrevivir. En ese momento ya me dan igual los detenidos, la jefatura, me da igual todo. Ese fue mi último servicio, ese día dejé de ser policía".

Atrás queda el tercer agente, se ha quedado solo en jefatura junto a los cuatro agresores, pero los hermanos ya han logrado lo que habían ido a buscar. El agente deja marchar a Jorge y los otros hermanos se van. Al tercer agente no hacen ni intención de agredirle.

Pepe Venegas, el mayor: "Estaban dándole a Jorge y yo les decía no le deis que el pobre está loquito"El mayor de los tres hermanos aseguró en su declaración que él en ningún momento hizo nada, simplemente increpó a los agentes cuando detuvieron a su hermano en el pub y, según él, empezaron a pegarle: "Yo les dije no le deis que está loquito". Sobre su participación en el asalto, aseguró que él estuvo todo el rato sentado y no intervino. También dijo que estaba "muy bebido".

Pedro Venegas, el mediano: "No quise romper la puerta de la policía, la golpeé y rompí un cristalito"El autor de la brutal agresión, que declaró haber consumido dos gramos de heroína, dijo no darse cuenta de lo que hizo porque "estábamos manoteando los dos. Yo me corto muchas veces, pero no le hago daño nunca a nadie". Sobre cómo se hizo con el arma aseguró que no golpeó violentamente la puerta, sino que se rompió sin querer y se cayó un cristalito". Dijo que a su hermano Pepe no lo vio y que Jorge estaba gritando.

Jorge Venegas, el pequeño: "Yo tengo una enfermedad desde chico, que dicen de loco, pero no"El juez tuvo que ordenarle al pequeño de los hermanos que se quitara la capucha, a lo que él contestó: "Es que están todo el rato insultándome". Aparentemente descentrado, alternando en el banquillo risas sin venir a cuento y ensimismamiento, declaró que "yo tengo una enfermedad desde chico que no me gustaría que tuviera nadie, que dicen de loco, pero no".

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