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Americanos...

  • La villa de Rota recibe con euforia su nuevo papel estelar en la estrategia defensiva de la OTAN y rememora los viejos tiempos en que los dólares corrían por el pueblo

 "...os recibimos con alegría, olé mi suegra, olé mi madre y olé mi tía". De la película Bienvenido Mr. Marshall (1953), de Luis García Berlanga.

Manolo 'el Huevo Frito', una institución en Red Square, que era como llamaban los americanos de la década de los 70  y 80 a la plaza de Jesús del Nazareno de Rota por los night clubs que rodeaban el lugar y que eran propiedad de orientales, entre ellos el Tokyo, le tocó hacer unas semanas atrás una 'carrera' con el cantante Joaquín Sabina, que veranea por la zona. "Pues se lo dije, vaya que si se lo dije... Que tanto piar, tanto piar..." "Perdón... ¿piar?", le contesta Sabina. "Sí, sí, los de la 'ceja', que si la guerra y que si tal cual y ahora estamos con tres guerras. ¡Tres guerras, Sabina!" "No entiendo". "Los americanos, amigo, los americanos. Son nuestros aliados, los que traen dinero". 

Hoy, el que fue el club Tokyo, famoso por sus chicas inglesas, irlandesas y holandesas, es un bar que se llama Taberna Andaluza, pero Manolo 'el Huevo Frito' sigue en la parada de taxis, como lo estaba hace más de treinta años, "cuando tener un taxi era el mejor negocio de Rota. Un pueblo como el nuestro tenía 76 taxis; ahora sólo somos cuarenta y pico y la cosa va así así".   

El pensamiento de este legendario taxista está muy extendido en Rota. La ecuación es fácil. Americanos significa trabajo. "¿Y si nos atacan, yo qué sé, los coreanos?", pregunto. "Ja, ja -se ríe otro que comparte tertulia en el antiguo Sussy's, que hoy es una cafetería heladería-, pues si nosotros somos el escudo antimisiles y nos atacan es que los coreanos han ganado la guerra".

"De aquellos 76 taxis, 30 hicieron fortuna y los otros vivieron la vida". Es Manolín, que lleva el taxi número 2, lo que imprime veteranía, un pozo sin fondo de anécdotas de "los buenos tiempos" y buen portavoz, con Juanito 41 (por el número de su taxi), de quienes vivieron más de cerca los años en que los americanos supusieron una lluvia de dólares en una localidad agrícola y pesquera a la que la fortuna le cayó del cielo. Sostienen entre sus manos el periódico que anuncia el nuevo aluvión en forma geoestratégica y Manolín define muy militarmente cómo ha caído la noticia. "Ha sido una auténtica bomba, una explosión de alegría. ¿Sabes lo que significan 3.000 y pico americanos aquí? Esto no sucedía desde que teníamos el Canopus, que era el barco encargado de reparar los submarinos nucleares, los  Polaris. Yo no creo que vaya a ser lo mismo porque aquello fue irrepetible. Pero es riqueza, eso sin duda. Los americanos tienen otro concepto del dinero. Gastan".

Otro taxista veterano, que prefiere que no salga su nombre, relata lo que fueron aquellos años: "Mira, esto era así. Eran chavales de veinte años que cobraban por semanas. Salían con 3.000 dólares en la cartera. Nada de tarjetas, todo dinero. Y salían para beber y follar, más para lo segundo que para lo primero. Cuando llegaba el barco (se refiere a la VI Flota), buscaban diversión. Durante muchos años su lugar favorito era Rompechapines, en Jerez, que eran tres calles repletas de burdeles. Figúrate lo que era una 'carrera' de ese tipo. Pero las de aquí tampoco eran malas. Quizá la carrera costaba 80 pesetas y ellos te daban un billete de 20 o de 50 dólares y tampoco, con la trompa, se preocupaban mucho por lo que les devolvías". En la conversación salen nombres de decenas de lugares en Rota expresamente abiertos para los marines. "Casi nunca eran propiedad de roteños, sino de gente de fuera, extranjeros, muchos americanos, que vieron el filón. Yo creo que Rota no supo aprovecharse del todo de esa riqueza que nos llegó. Ni siquiera para trabajar dentro de la Base, que trabajaron muchos, pero sobre todo venía gente de La Línea, que chapurreaba el inglés por lo de Gibraltar, o mucha gente de Jerez. Ahora nos llega una segunda oportunidad".

Las noches roteñas eran antológicas. Manolo vuelve a impartir su clase magistral de historia. "La pica patrullaba cuando llegaba el barco. La pica era el furgón de la policía militar americana, en la que siempre iban unos polis americanos cuadraos y un policía español. Sus órdenes eran estrcitas: al americano que estuviera montando bronca, la porra de madera en las rodillas y al furgón de cabeza. Claro, los policías españoles se hinchaban, tenían carta blanca para dar leña". ¿Y había problemas con los roteños? "No era lo habitual. Se peleaban los de un barco contra otro o los blancos contra los negros, pero si te decían algo era porque ya estaban muy ciegos y entonces tú les dabas. Recuerdo uno que empezó a gritarme no sé qué y yo le solté un puñetazo. Volvió calentito a la Base. A la siguiente noche, ese mismo americano es el que me toca para una 'carrera'. Y va y me reconoce y me dice you last night tromping... y me lo dice riendo, levantando el dedo y ok ok..."

Tras el alcohol y los puticlubs, el otro gran negocio de Rota eran los alquileres. Estamos en la plaza de las Canteras, que en su día fue el lugar en el que se concentraban en chalés buena parte de las familias americanas que vivían fuera de la Base. Ahora, tras varias promociones inmobiliarias, es una plaza con pisos para españoles con bares de aire irlandés. Es aquí donde nos cuentan que la inversión anunciada por la OTAN puede ser una buena inyección para los propietarios de casas de la localidad, que son muchos, los que invirtieron el dinero ganado de los americanos en las vacas gordas. "El Housing Viejo   -nos dice un propietario de algunos inmuebles- no va a dar abasto. Tendrán que salir a vivir en el pueblo". El Housing   es la agencia inmobiliaria que existe dentro de la Base. El Housing Viejo es el que ofrece casas dentro de la Base y el Housing sin más es el que tiene la lista de pisos de alquiler en el pueblo. A los americanos se les cobra hasta 1.500 euros por un alquiler. 

Kerry McManus tiene un negocio de alquiler de coches y de seguros al lado de la Base. Llegó en el 93 y ha vivido la decadencia de la presencia americana en Rota. Cuenta cómo funciona el mecanismo inmobiliario en la Base. "Durante mucho tiempo los americanos destinados aquí tenían un incentivo por vivir fuera de la Base. No había viviendas para todos dentro, por lo que les pagaban el alquier fuera. Esto cambió radicalmente cuando, tras el 2001, fueron reduciendo personal hasta el punto de que tenían un excedentes de viviendas dentro. Pero de un año a esta parte han vuelto a abrir la mano, han regresado los incentivos y vuelve a haber movimiento en el mercado de la vivienda". La cosa llega más lejos. Desde hace un año, dentro de la Base hay mucho movimiento de albañilería. Adosados se están convirtiendo en chalés en la zona de oficiales y otros se están dividiendo en dos para acoger a dos familias donde antes vivía una. "Algo se estaba tramando", sospechaban hace tiempo en Rota. 

Mc Manus fue de los empresarios que  recogió los beneficios de la presencia americana. Ya no. "Ahora mismo los americanos son sólo una quinta parte de nuestra facturación. Cuando llegué en el 93 vivíamos exclusivamente de los americanos y muy por encima de nuestras expectativas. A partir de 2001 el negocio de la Base se hizo insostenible para muchos empresarios. Dejaron de anunciarse en el diario local de la Base y se fueron marchitando. Otros optamos por intentar retener el escaso mercado americano y diversificamos. Esto nos ha permitido sobrevivir, aunque nuestro negocio siguen siendo los expatriados, ya sea de la Costa del Sol, de Sevilla... Los extranjeros siempre son un buen mercado".

Junto a la Base siguen existiendo concesionarios de coches en los que se define claramente quién es su clientela: US Military Sales. Entre ellos, una tienda de souvenirs llamada SpainArt cuya dependienta, Vanessa, se encuentra entusiasmada ante la perspectiva de una llegada en masa de nuevos compradores de folclorismo. En la puerta, el reclamo es un cartel con la pintura de una mujer a lo Lola Flores en el que se lee Gran Festival de Flamenco y, debajo de la leyenda, 'your name here'. "Les encanta personalizar los carteles, las camisetas. Es lo que hace funcionar la tienda. Y, en cuanto a comprar, compran lo más llamativo para ellos: el toro, la flamenca, la jarra de sangría. Si compran ahora, que no son demasiados, cuando vengan más comprarán muchos más toros y más flamencas".

También cerca de la Base tres jubilados contemplan pasar el día. Recuerdan aún los años en que no había Base alguna, que todo era campo. "A mi padre, cuando le expropiaron, le compraron tres aranzadas en las que sembrábamos patatas y tomates por 9.000 pesetas de la época, lo que no estaba mal porque le hablo de finales de los 50. Y, además, daban trabajo dentro a los propietarios si querían". Rota era una fiesta. "Baje, baje por la calle San Francisco. Allí verá, aunque ya casi todo está cerrado".

La calle San Francisco es una larga cuesta que estaba atestada a los lados de cabarés. Pero ya poco queda de eso. Algo se puede intuir. Cerrado está Lucio, un pionero en el tatuaje que encontró un filón en la piel de los jóvenes marines. También lo está el AC'S, con su reclamo de Beck's, o el Cheer's, últimos exponentes  de las grandes juergas americanas de Rota. Incluso salpica la zona, entre locutorios y restaurantes de comida china, alguna casa en ruinas que, desde el exterior, deja ver lo que queda de los últimos americanos que vivieron allí. Por lo demás, esta calle no es muy distinta de cualquier otra calle española. Apenas queda nada en Rota de ese mestizaje que rememora uno de los jubilados: "Fue una oportunidad para muchas chicas del pueblo, que se casaron con los americanos, se fueron a vivir allí y ahora sólo las vemos cada mucho tiempo. O no las vemos nunca".

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