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Polígono Sur: El enésimo mazazo

  • La retirada de dos líneas de autobús urbano deja a Lipasam como único servicio público en las Tres Mil, después de que el Gobierno sacara la comisaría de Policía del barrio y de que Correos cerrara el local que tenía

Tres personas esperan el autobús en una de las paradas suprimidas,  en la calle Padre José Sebastián Bandarán.

Tres personas esperan el autobús en una de las paradas suprimidas, en la calle Padre José Sebastián Bandarán. / Víctor Rodríguez

En el Polígono Sur las noticias corren más lentas que en el resto de la ciudad. Un día después de que Tussam anunciara que las líneas 31 y 32 dejan de pasar por una zona del barrio, sigue habiendo vecinos esperando un autobús que nunca llega. "Aquí la gente no está acostumbrada a leer". Ni los periódicos ni el teléfono móvil. Ni siquiera los carteles que la empresa ha colocado en cada una de las paradas que se han suprimido. La nota explica que la decisión se debe a una orden de la Inspección de Trabajo tras la "reiteración de apedreamientos a los vehículos" de las líneas 31 y 32 en las calles Padre José Sebastián Bandarán y Luis Ortiz Muñoz.

Loli Amaya es una de las que espera en la primera de estas avenidas. Está apoyada sobre la señal vertical que indica que hay una parada del 31. No ha visto la nota de Tussam pegada en el panel. "¿No pasan por aquí? Pufff... El caso es que esta mañana cogí el 32 y me ha extrañado mucho que dejara allí en Los Amarillos", dice, en referencia a una zona de las Tres Mil Viviendas que se conoce con este nombre por el color de los bloques.

"¿Son ustedes periodistas?", preguntan dos mujeres que pasan en ese momento por la parada. "¿Me puedo explayar? Miren, lo primero que hay que quitar no es el autobús... Es la música que suena a todo volumen a las tres y a las cuatro de la mañana. Y son las hogueras y las candelas, que cada noche hay un montón por todo el barrio". Las mujeres prefieren no identificarse. Dicen que trabajan en Los Remedios, que cada día se suben al autobús a las seis de la mañana y que prefieren que nadie sepa dónde viven porque creen que podrían perder sus empleos. "Entiéndanos, es que este barrio tiene muy mala fama". De las hogueras se dice en el Polígono Sur que señalan los puntos en los que se vende droga, "pero eso nadie viene a quitárnoslo. Nos quitan el autobús para que los que trabajamos fuera del barrio tengamos que jodernos".

Casi todos los vecinos saben quiénes son los niños que arrojan piedras a los autobuses. Como si se les hubiera convocado, aparecen cuatro menores. "¿Qué haces, fotógrafo? Sácame una foto". Es mediodía y los niños no están en el colegio. Tampoco hay rastro de los padres. Los periodistas les explican que no los pueden fotografiar porque son menores de edad y que están haciendo un reportaje porque el autobús ha dejado de pasar porque hay quienes les tiran piedras. "¿Ya no pasa?", preguntan, contrariados. "¿Y por allí sí pasan?", dice uno, señalando la zona de Las Vegas, por la que sigue circulando la línea 30 con normalidad. Pese a ser el punto más degradado del barrio, no se han dado incidentes allí. Todos los apedreamientos han sido en las inmediaciones de Los Verdes, justo en el lugar en el que se instalaron hace ya trece años más de cuarenta familias del clan de los Caracoleños, después de que abandonaran el asentamiento chabolista de Los Bermejales tras recibir cada una 42.000 euros entregados por el Ayuntamiento.

Desde entonces los problemas de convivencia se han multiplicado. "No hay derecho que por unos niños que no levantan más de un metro del suelo nos quedemos sin autobuses", dice María, una vecina que visita el mercadillo del barrio. "Es verdad que los apedrean cada dos por tres, yo entiendo a los trabajadores de Tussam, pero habría que poner más vigilancia, ¿no?, opina Conchi Romero.

Dos generaciones de líderes vecinales de Las Vegas, Rafael Pertegal padre e hijo. Dos generaciones de líderes vecinales de Las Vegas, Rafael Pertegal padre e hijo.

Dos generaciones de líderes vecinales de Las Vegas, Rafael Pertegal padre e hijo. / reportaje gráfico: víctor rodríguez

Manuel es uno de los trabajadores de Tussam que conduce un autobús de la línea 32. "La gente se está quejando bastante. Es normal. Yo les estoy explicando que no es una decisión nuestra, sino que viene por la Inspección de Trabajo", explica este conductor mientras sube un usuario en una de las paradas en las que sí presta servicio, en Orfebre Cayetano González. Todos coinciden en que la solución no es suprimir las líneas, sino reforzar la vigilancia de los autobuses. Así lo dice Rafael Jiménez, un patriarca gitano que vive en el barrio desde su fundación. "Los niños son unos cafres, estamos de acuerdo, pero aquí vive mucha gente mayor que no puede andar. Que cojan a los niños, los identifiquen y obliguen a los padres a pagar los gastos de las pedradas. Pero quitar el servicio es una injusticia. Y mucha gente joven que estudia fuera del barrio. Pagamos justos por pecadores".

Los representantes vecinales refuerzan la opinión de los residentes. "Deberían reconsiderar la decisión porque es muy perjudicial para nuestro barrio. Es necesario potenciar la vigilancia policial para que no ocurran estas cosas", apunta Rafael Pertegal Santiago, de la asociación Martínez Montañés. Raúl Sánchez, de Esperanza Sur, lamenta que la marcha del autobús es "un engaño más". "Cada dos meses recibimos una noticia que, en vez de suponer un paso adelante, significa veinte para detrás. No nos sirve de nada que nos pongan equipamientos si lo básico no está cubierto. Y el autobús es básico", señala este dirigente vecinal, que por la tarde participó en una caravana de protesta organizada por la plataforma Nosotros También Somos Sevilla.

La retirada de estas dos líneas es un golpe más para los vecinos del barrio más deprimido de la ciudad. El enésimo mazazo. Este año ya llevan varios. Primero fue el de la comisaría de la Policía Nacional, que se construirá fuera del Polígono Sur y no en un solar del barrio como las autoridades habían prometido. Luego vino la oficina de la Policía Local, que se abrió en El Esqueleto pero está permanentemente cerrada. Después fue Correos, que cerró el local que tenía en el barrio. Se recogen cartas en El Esqueleto pero no las certificadas. El único servicio que queda es Lipasam. "¿Cómo nos van a quitar los autobuses? Ni que estuviéramos en el Vietnam". Lo pregunta Damiana Silva, que tiene un quiosco en Las Vegas. El caso es que en Vietnam hay autobuses urbanos. Y hasta con wifi.

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