Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La sonrisa del espíritu de Olula

Tuvo el coraje de plantar a cuantos la criticaron por todo lo que hacía, con un gesto que convencía a casi todos

Supongo que es cosa de la edad, esa misma que te añade canas al pelo y recuerdos en la cabeza, pero cuando ayer por la tarde llegó la noticia del fallecimiento de Carme Chacón, no fue una más de esas muertes con las que la vida pone a prueba tu optimismo.

La traté cuando acababa de llegar a La Voz de Almería. Mi entonces director me encargó seguir una información sobre la tropelía que cometieron con una profesora de Religión a quien las catacumbas de los estamentos de la Iglesia quisieron apartar de la docencia porque cometió el pecado mortal de vivir con un hombre holandés que estaba divorciado. Ellos, que no la conocían, ni hablaron con ella, la defenestraron de una manera poco católica. Me cayeron más palos que a una estera, supongo que porque acusé a un obispo de mentiroso, sencillamente porque lo fue. Entonces conocí a una política que empezaba como responsable de Educación en la Ejecutiva federal del PSOE. Fue ella la que puso su teléfono a mi disposición y quien me facilitó, por ejemplo, el número de Peces Barba, que había hablado del tema en Madrid. En una visita a Almería tuve la oportunidad de conocerla en persona y, como prueba de mi nunca suficientemente bien ponderada intuición, ni olí a lo que iba a llegar.

Me saludó porque se acordaba de cuando ya como ministra de Defensa -por cierto que alguno deberá caérsele la cara de vergüenza por todo lo que le dijeron en su momento- visitó las instalaciones de la Legión en Viator. Dejó el cargo para intentar capitanear el PSOE en un regreso a sus raíces, en lo que se llamó el Espíritu de Olula. Cuando muchos tuercen el gesto a la hora de reconocer sus humildes raíces, ella volvió a aquella localidad en la que se crió, de donde procede su familia que, como tantas, echó suerte en la emigración a Cataluña. No compartí muchas de sus actitudes, en especial esa de algunos políticos por negar lo que la realidad les pone delante de sus ojos. Tardó en entender que esas bases a las que reclamaba su apoyo, no se lo concedían, aunque finalmente dio su brazo a torcer después de intentos por abrirse un camino que parecía a todos cerrado. Sin embargo, hay una cosa que siempre me gustó y era su sonrisa. Entre gestos adustos como pellejos en la clase política, o rufianes de la grosería y la mediocridad, Carme Chacón siempre mostraba sus dientes y eso me terminó por convencer del todo.

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