Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La lección de Majarabique

Debemos pelear a diario por conseguir que el sentido común se imponga a una lucha entre ciudades vecinas

Mi compañero Miguel Cabrera, uno de los mejores periodistas que he conocido en mi vida, capaz de sacar un reportaje estremecedor de los restos de una patera, me lo advirtió años atrás en Almería cuando me bautizó como "redactor de asuntos imposibles". En un cumpleaños me regaló un archivador enorme, de los de fuelle, lleno de carpetillas en su interior con temas de los que me había ocupado a lo largo del porrón de años que nos conocíamos. "Te has pasao, no son tantos", le dije. Después de un par de cervezas más de lo que la prudencia aconsejaba, encontramos unos cuantos más y me prometió otra carpeta que el destino me arrebató. Cuando comencé a escribir sobre el asunto de Majarabique, lo lancé a quien quiso escucharme: "Mirad que yo estas cosas las empiezo y me puedo tirar tres meses escribiendo de lo mismo". Llevo dos y les puedo adelantar que aún me quedan cosas que contar.

A lo largo de las últimas semanas he recibido más felicitaciones de las que recuerdo haberme hecho merecedor. Las agradezco todas, sinceramente, aunque creo que sólo hice mi trabajo. En los pocos momentos de calma que me deja éste, me siento orgulloso de pertenecer a este grupo de piraos que formamos parte de esta empresa. Con más quejas de las que deberíamos, con menos medios de los que merecemos, trabajamos sin horas para conseguir que a uno de los llamados periódicos de provincia como éste que tiene usted en sus manos, se le tenga en cuenta y se escrute cada línea que publique incluso en esos centros de poder que nos gobiernan a diario.

En cualquier caso, no me gustaría que estas semanas se queden únicamente en una batalla entre Huelva y Sevilla, buscando un ganador que viva cerca nuestro. No se trata de eso, no me gustaría que se tratara de eso. Lo que hemos aprendido estas últimas semanas es que todos los días hay que pelear por conseguir que la razón se imponga por encima de cualquier otra cosa; lograr que el sentido y el bien común sean lo que nos mueve a diario y, en esta oportunidad, estaba de nuestra parte. No conviene dejarse llevar por banderas que no nos pertenecen, defender algo sólo porque es nuestro, luchar por una causa no importa lo justa que sea siempre que sea reconocible. Ojalá sea eso lo que nos haya quedado de algo que apenas ha comenzado a echar a andar.

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