Tribuna

César romero

Escritor

El catalán Eduardo Mendoza

Si alguna función tiene un intelectual es la de procurar arrojar luz sobre los asuntos que preocupan y enfocarlos desde una perspectiva que aclare a qué atenerse

El catalán Eduardo Mendoza El catalán Eduardo Mendoza

El catalán Eduardo Mendoza / rosell

Eduardo Mendoza es de los pocos escritores que gusta al lector más exigente como al que sólo busca entretenimiento. Su estilo claro, su humor cervantino, que huye de la pulla al débil y no pretende zaherir, su talante ponderado, cosmopolita, su perfil de hombre grato, educado y que no pierde nunca la compostura han hecho fortuna entre sus miles de lectores. También algunos han criticado que, con sus dotes, no haya escrito más novelas de las llamadas serias, sea esto lo que sea, y, desde sus puntos de vista, haya abusado de la novela absurda que a veces parece quedarse en casi astracanada, como si no llegara a la altura de sí mismo. No coincide uno con esto respecto a esas novelas, pero tal vez sí en cuanto al librito que ha escrito para intentar explicar Qué está pasando en Cataluña.

Si alguna función tiene un intelectual es la de procurar arrojar luz sobre los asuntos que preocupan a su sociedad, enfocarlos desde una perspectiva que aclare a qué atenerse, hacer pensar a la gente no desde los clichés de cada época sino desde puntos de vista no explotados o poco transitados, o cuando menos intentarlo. No es que no esté sujeto a errores o desatinos, como cualquier mortal, pero lo menos que se le debe pedir es que si opina sobre algo su opinión esté diáfanamente explicada, ilumine más que ensombrezca lo ya sombrío. Pues bien, uno sale de la lectura del librito de Mendoza con la sensación de seguir en el túnel, de que no nos ha alumbrado ni en su corto trayecto ni, menos, al final. Y no porque no tome partido por uno de los dos bandos al parecer en liza, y su mesura o su hartazgo lo hagan no decantarse, sino porque se cierra el libro sin tener nada claro a qué achaca lo que está pasando en Cataluña.

Empieza por criticar que los llamados separatistas sigan anclados en una visión franquista de las cosas y usen ese descalificativo para sus fines, y concluye que en el fondo todo lo que está pasando es porque aún no hemos digerido bien… el franquismo. Hace un repaso histórico muy somero, una panorámica a brochazos que, pese al trazo grueso, no parece desacertada (80 páginas no dan para un sesudo análisis, ni cabe esperar esto de Mendoza). La importancia de la Iglesia en la conformación del carácter catalán y del auge del nacionalismo es oportunamente subrayada. La narración de lo que sucedió con el uso del idioma catalán durante el franquismo quizá sean las mejores páginas del libro (el filólogo Juan Ramón Lodares lo analizó con más detalle científico en alguna de sus obras). Los apuntes sobre el carácter catalán también son esclarecedores. Pero ¿la pobreza durante siglos justifica un sentimiento nacionalista? La práctica ausencia de catalanes, más porque no se apuntaran que porque los vetaran, en la conquista de América, ¿puede ser causa de este sentimiento? (Por este motivo, en el País Vasco no debería existir el nacionalismo). La imagen estereotipada de los catalanes durante el franquismo ¿puede explicar este auge? (Entonces, Andalucía debería ser la más nacionalista de las regiones, pues ninguna tan vilipendiada a estos efectos, aún hoy).

El libro de Mendoza hace aguas no porque muestre una equidistancia difícilmente entendible (o sí: el autor, como tantos, ve absurdo que a estas alturas alguien crea que sus problemas se van a resolver independizándose y creando un nuevo Estado, y parece decir: "Allá vosotros con vuestra tontería", pero el problema es que esos vosotros han arrastrado a mucha gente a un callejón sin salida). Hace aguas porque no se puede explicar el auge del separatismo como si la España actual fuera la de hace cuarenta años, como si cuatro décadas de gobiernos autonómicos, y el silencio o la connivencia de gobiernos centrales de todo jaez, no hubieran tenido nada que ver en el fomento de determinadas actitudes, como si los caracteres regionales (si existen, cosa muy discutible) pudieran dar razón de cualquier dislate.

Cuando la Transición, la editorial La Gaya Ciencia sacó una colección de pequeños ensayitos de escritores de renombre (Benet, Vázquez Montalbán, Haro Tecglen, etc.) sobre asuntos políticos, una especie de escuela para ciudadanos que debutaban en democracia: ¿Qué fue la Guerra Civil?, ¿Qué son las dictaduras?, ¿Qué es el socialismo?, etc. Eduardo Mendoza parece haber escrito un librito de aquella colección, que puede explicar cosas de la Cataluña de 1975, pero no por qué está pasando lo que está pasando allí ahora. Una pena, porque hacen falta la mesura y la cordura de personas así, pero más falta hace una visión atinada que aquí apenas brilla, se ausenta.

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