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Tribuna

Salvador moreno peralta

Arquitecto

El 'caso Soportújar' en tres capítulos

La pasividad que manifestamos ante la pantalla es la misma que los pueblos primitivos mantenían frente a los fenómenos telúricos sublimados por el mito

El 'caso Soportújar' en tres capítulos El 'caso Soportújar' en tres capítulos

El 'caso Soportújar' en tres capítulos

Capítulo primero. Soportújar es un delicioso pueblito de no más de 300 habitantes y 100 viviendas, en el Parque Nacional de Sierra Nevada y próximo a Bubión, Órgiva, Lanjarón y Cañar: pura esencia alpujarreña, con algunas singularidades que lo hacen especialmente mágico, lo que ya es difícil en ese entorno. En este pueblo de cal restallante sobre casas cúbicas como cristal de roca, encoge el espíritu el claroscuro de sus calles con soportales o tinaos, los miradores hacia el infinito sur africano… y las brujas. Los pobladores gallegos, tras la expulsión de los moriscos, debieron traer sus meigas aquí y se quedaron, apaciguadas en forma de brujas con escoba, tranquilos aquelarres y lugares prodigiosos que ofrecer al visitante a falta de otras fuentes de subsistencia. Ya olisquearon el embrujo del lugar los budistas, donde construyeron el primer centro de España consagrado por el mismísimo Dalai Lama, en serena competencia con la Iglesia mudéjar de Santa María la Mayor.

Soportújar es uno de esos miles de lugares de la España rural, refugio de una vida simbiótica con la naturaleza, reserva antropológica de un mundo globalizado, cuya deriva observamos con inquietud, y sin la "masa crítica" para subsistir si no fuera por esas Diputaciones que algunos urbanitas descerebrados quieren suprimir.

Capítulo segundo. Pocas cosas son hoy más familiares que un ordenador, verdadera extensión tentacular de nuestras terminales del conocimiento, como si nuestros sentidos y la inteligencia no fueran ya suficientes para ejercer plenamente nuestra función cognitiva, que sólo puede alcanzar su plenitud a través de su pantalla. El ordenador es una instancia trascendente en la medida en que no cuestionamos su funcionamiento y, por extensión, sus contenidos. La pasividad que manifestamos ante la pantalla es la misma que los pueblos primitivos mantenían frente a los fenómenos telúricos sublimados por el mito, interpretados por el brujo de la tribu, de ahí que lo que recibamos desde ella sea un aluvión de verdades incuestionables. Todo perfecto hasta el día en que el aparato se descacharra. Entonces viene un técnico, le quita la tapa de atrás y descubres horrorizado que aquella fuente de vida real y verdadera es un inmenso y minúsculo mundo de placas madre, periféricos, microprocesadores CPU, habitáculos de memoria RAM, ROM, BIOS, cables de comunicación, coolers, puertos USB , discos duros, ópticos y un millón de cosas más.

No sabría decir, ante esta aterrorizada visión, de qué lado de la pantalla está la vida, si del nuestro ante el teclado obediente o del de la placa y su incomprensible laberinto de infinitos elementos tecnológicos. En realidad, el control de la vida por un científico loco, símbolo de las Fuerzas del Mal, es algo que tiene una larga tradición en el género de la ciencia ficción, pero estamos ya en el umbral de preguntarnos realmente si la vida es algo natural o artificial, y si las funciones orgánicas que los seres humanos desarrollamos a lo largo del día no son más que representaciones de algo autorizado por una instancia tecnológica superior pero artificial, que es la que realmente decide lo que es la vida y nos pastorea como sumisas ovejas hacia el redil.

Capítulo tercero. En el BOJA del pasado 4 de enero se daba cuenta de la aprobación definitiva del PGOU de Soportújar. El texto relaciona los 42 trámites que ese documento ha debido escalar hasta llegar a cumplir los requisitos aprobatorios. Los apenas trescientos habitantes de Soportújar no deben saber que su paisaje cotidiano, la placentera quietud de su casco urbano, las leyendas inmemoriales de sus brujas, el ambiente familiar y tradicional con respecto al cual han debido moldear sus vidas a lo largo de siglos, eso, todo eso, no era más que una pantalla tras la cual se intrincan sistemas generales, unidades de aprovechamientos, cumplimiento de la CTOTU, PERIs, SUNC, SUC, PPOs, Normas de la LOUA, del POTA, 15 títulos de normas urbanísticas y ordenanzas y así hasta un proceso masturbatorio de 182 páginas y nueve años de duración para terminar en una irrisoria eyaculación de…¡47 viviendas!, que es lo que le permiten crecer al pueblo.

La vida en Soportújar, con sus entrañables brujas en las puertas de sus casas, no era, pues, más que una pantalla tras la cual, desarmado el artificio, aparece un laberinto normativo fabricado por otro tipo de brujos perteneciente a la Orden Secreta de la Urbanística Andaluza, unos espíritus locos de remate que tienen bloqueada a nuestra región y que no llegan siquiera a encarnar la grandeza mitológica de las Fuerzas del Mal, sino, simplemente, la de la más lisa, burocrática y roma estupidez.

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