Tribuna

Alberto guallart

Escritor

Talibán Voltaire

Las herejías se refutan o se arrinconan, pero nunca se degüella al heresiarca. Tal es el patrimonio inmaterial que 'philosophes' como Voltaire le han dejado a la humanidad

Talibán Voltaire Talibán Voltaire

Talibán Voltaire

Recientemente tenemos que saludar en nuestros días la aparición de otro Núñez de Balboa que ha descubierto un nuevo Océano Pacífico de ideas. El adelantado se llama esta vez Panjak Mishra, un novelista y ensayista indio al que su tercer ojo u ojo del conocimiento le ha revelado que el auge del terrorismo y desafueros yihadistas es responsabilidad de, de, de... ¡los ilustrados del siglo XVIII! Occidente es culpable. Tal es la divisa que Panjak Mishra exhibe en un libro que tiene mucho de combativo estandarte antiilustrado, y que ya ondea en las librerías españolas con el título La edad de la ira (Galaxia Gutenberg).

Los empelucados philosophes son quienes nos han traído la ruina con sus afanes de expandir la razón y el progreso laicos por todo el mundo. Unos philosophes que, además y para más inri, defendían sus ideas de fraternidad y tolerancia universales mientras bebían chocolate calentito en jícaras de porcelana o plata. Y Voltaire, según Mishra, el peor de todos ellos, pues llegó a ser un "hombre muy rico, con una fortuna amasada a base de derechos de autor, mecenazgo real, propiedad inmobiliaria, especulación financiera, apuestas de lotería, préstamos monetarios a príncipes y fabricación de relojes".

El racionalismo ilustrado no sería más que la coartada que ha usado y usa el imperialismo occidental para derramarse por el ancho mundo. El hombre ilustrado y pequeñoburgués que nace de las agitaciones revolucionarias no busca en realidad universalizar el bienestar, sino sustituir la clase aristocrática por otra élite de hombres cultos y ambiciosos.

Semejantes tesis antiilustradas no son nuevas y, al menos en su interpretación más débil, casi todos hemos acabado aceptándolas. La mayoría de nosotros damos por bueno que Occidente tiene una deuda histórica con el resto de la humanidad porque en un pasado nada remoto hemos esclavizado y colonizado a personas y naciones enteras. En clave agit pop incluso podríamos decir que el caucho de los neumáticos de nuestros coches aún está amasado con la sangre de congoleños mutilados.

Mensajes así nos van calando, acomplejándonos y haciéndonos renunciar a la orgullosa tradición liberal de la que todos venimos (también sus debeladores comunistas y socialdemócratas).

¿Quiénes somos nosotros para enseñarle a nadie como tiene que organizar su casa y vivir su vida? El pequeñoburgués no quiere complicaciones y para librarse de su ansiedad se dice a sí mismo: "Si los muyahidines que nos asesinan dicen hacerlo por nuestras intromisiones, ¿porqué no replegarnos?, ¿acaso las utopías ilustradas que legitiman nuestras misiones internacionales no fueron también aprovechadas por el fascismo y el estalinismo? La Ilustración y Europa han querido ahormar el mundo a su imagen y semejanza, y antaño los románticos y ahora los yihadistas son dos tropezaderos de aquel proyecto racionalista y emancipador. Que Dios se lo pague a ambos".

Y argumentando de esta forma ya estamos a menos de un paso de juzgar al yidahismo con una lógica de reciprocidad y equidistante tibieza. Panjak Mishra lo da ampliamente y nos anima a saltar a su lado también a nosotros. Si prestamos oídos -sin embargo- a todas estas voces y aceptamos nuestra indigencia, que a veces se hace extrema con episodios como el de la inmigración siria, ya le hemos dado ventaja al fanatismo intolerante, a L'Infâme.

¿Qué arte o qué parte tienen los ilustrados europeos en el asesinato de 235 personas en una mezquita sufí de Egipto? ¿Qué responsabilidades le caben en el goteo incesante de víctimas iraquíes en provincias de mayoría chií? L'Infâme responsable de todo esto, que es también quien lo paga y se anuncia en camisetas de fútbol, debe de estar frotándose las manos cuando Occidente busca a los culpables de la ira terrorista en los salones de la Pompadour.

El sinnúmero de pateras que hormiguean el Mediterráneo vienen de huida, no de conquista. Huyen de L'Infâme y de sus metamorfosis, ya sean el catolicismo beato que torturó a Jean Calas, el budismo birmano que masacra a los rohingyas o un islam de obediencia salafista que -hoy como ayer en Béziers- mata indiscriminadamente en la confianza de que Dios reconocerá a los suyos.

A falta de otra trascendente, Occidente es la Providencia compasiva de todas estas víctimas del fanatismo intransigente. Las herejías se refutan o se arrinconan, pero nunca se degüella al heresiarca. Tal es el patrimonio inmaterial que philosophes como Voltaire le han dejado a nuestra humanidad.

Y si además de buen novelista y discreto comediógrafo, el castellano de Ferney amasó su buen dinero, mejor que mejor, ¿o no?

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