Tribuna

José maría rueda gómez

Miembro del Comité Federal del PSOE

Hablar claro sobre la reforma de la CE

No va a quedar otra que reconocer que hay que reformar y arreglar lo que está agotado, es lo natural y no pasa nada. Si no, estaremos en un bucle permanente

Hablar claro sobre la reforma de la CE Hablar claro sobre la reforma de la CE

Hablar claro sobre la reforma de la CE / rosell

Parece existir una duda metódica sobre el asunto de la reforma de la Constitución, alimentada por el inmovilismo del PP. "No sabemos a donde queremos ir, y en esas circunstancias, mejor no hacer nada". Incluso llevando parte de razón en lo incierto del resultado, no es menos cierto que en 1978, en el tema territorial, tampoco se tenía muy claro a dónde queríamos ir. Tan sólo que había que iniciar un recorrido, con espíritu de concordia, y por eso se hizo lo que se pudo, con un Título VIII que ahora se acredita deslabazado, posiblemente insuficiente para dar respuesta a todas las situaciones, o incluso algo improvisado, aunque se logró tener un diseño territorial aceptado por la gran mayoría.

Por eso, justamente, hemos de abordar la reforma del modelo, corrigiendo las lagunas que ya son evidentes, y así lo ponen de manifiesto innumerables informes de expertos y estudiosos. Porque ahora sí se sabe de donde partimos, y dónde no queremos volver a errar, que no es poco. El consenso y la posición política de la que partir no puede ser otra que reconocer abiertamente que lo que existe ya está agotado, por cumplido, y por tanto hay que iniciar y culminar la reforma, al menos del apartado territorial de nuestra Carta magna, y no solo por la situación de Cataluña, que también, sino por el resto del modelo autonómico y, por supuesto, del local.

Bastantes análisis destacan una evidencia del desarrollo territorial de estos 39 años, y es que no quedan regiones en España, pues todas las CCAA han resaltado sus "hechos diferenciales", más reales o menos (seguramente con razón o buscando otros fines legítimos). A pesar de que la Constitución ofrece un amplio cauce para el autogobierno de las nacionalidades que integran España, superior al de la mayoría de los Estados federales de nuestro entorno, las reivindicaciones de los nacionalismos periféricos no solo no se han estabilizado, sino que, al contrario, se han exacerbado. Las CCAA, en una "carrera" por ser más, han procurado segregar la historia propia como una pieza separada del común tronco que se olvida o se niega, como si ello sirviera para solucionar un problema de identidades colectivas creado a partir de la propia Constitución española de 1978 y para autoafirmarse en el presente.

Consecuencia de lo anterior, el protagonismo político y la financiación del nivel local, fundamental para resolver problemas tangibles de la gente, ha quedado postergado y no resuelto.

El Gobierno del Estado ha dependido de los equilibrios internos (Ppartido gobernante a nivel central y partidos gobernantes en los territorios) y los equilibrios con las fuerzas nacionalistas. Y esa tensión global, digámoslo así, ha estallado de manera especial en Cataluña, como es bien sabido. Por tanto, preguntarse, en este contexto, que "sobre qué es la reforma" suena a infantil, pues el problema es obvio.

Hay que tender a una solución que procure un nuevo encaje territorial, que, en primer lugar, ahuyente o disminuya, al menos, los deseos de independencia que existen numérica y electoralmente hablando y resultan obvios. Por eso, se usan, torticeramente, por parte del PP y también de Ciudadanos. Y quizá por eso, se rehúye su solución, porque dan votos, en Cataluña y en el resto de España, a según quien.

Ya sabemos que los independentistas no quieren reformar la Constitución, ni dialogar sobre el Estado federal. Ellos quieren la independencia, y estando o no en un error, tienen derecho a quererla. Pero es que nunca han querido otra cosa que la independencia. El asunto es que antes eran el 20-25% y eso se podía asumir en Cataluña y en el resto de España. Pero ahora que son casi el 50% hay que hacer cosas y tomar decisiones para que esta cifra se reduzca al 25%. Ahí está la clave, y en mi opinión, la única salida al laberinto.

Dado que ese es el meollo, algunas fuerzas políticas juegan ahora con cálculos electorales presentes y seguramente futuros, incluso hacen mofa sobre la Comisión creada en el Congreso de los Diputados, o sobre el "truco" que dicen que Rajoy le ha hecho a Pedro Sánchez al respecto de la misma y su funcionamiento.

Pero eso durará un suspiro. No va a quedar otra que reconocer que hay que reformar y arreglar lo que está agotado, es lo natural y no pasa nada. Si no, estaremos en un bucle permanente. De modo que menos obviedades del tipo "no se ve voluntad en PP y Podemos" y más empujar en la única dirección que nos queda de verdad.

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