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El yihadismo da una vuelta de tuerca al terror

Atacar de una forma tan brutal y deliberada a la infancia y a la adolescencia denota la naturaleza criminal del islamismo radical

Desde la pasada noche del lunes, Manchester se ha unido a la ya larga lista de ciudades europeas que han sido víctimas de la brutalidad terrorista del islamismo radical. Como en su día Madrid, París, Bruselas o Londres, entre otras, la urbe industrial inglesa ha sufrido un sangriento atentado que ha dejado 22 muertos y 59 heridos, y la sensación de que todos somos potenciales víctimas del yihadismo. Sin embargo, esta vez los terroristas han dado una vuelta de tuerca al señalar como objetivo de su acción a los niños y adolescentes que acudían a un concierto en el Manchester Arena de la popular cantante Ariana Grande. La protección de la infancia es -o debería ser- un valor universal por encima de cualquier consideración económica, cultural o religiosa, y vulnerarla de una manera tan brutal deja claro la naturaleza criminal del autor y de la ideología islamista radical que la sostiene. Ante un atentado como el de Manchester, cualquier adjetivo, cualquier palabra, resulta escasa y banal.

Una vez más, llama la atención que el autor, quien se inmoló en la acción, fuese un joven de 22 años nacido en la propia ciudad de Manchester y cuyos padres, de origen libio, habían sido acogidos en Gran Bretaña al huir de la dictadura de Gadafi. En las últimas décadas, Inglaterra, al igual que otros países europeos, ha hecho un gran esfuerzo para acoger inmigrantes procedentes de los más diversos países del mundo, en muchos casos con resultados más que aceptables. Puede que se hayan cometido errores, pero ninguno justificaría las matanzas yihadistas, y mucho menos la de niños y adolescentes. Los que busquen algún tipo de justificación socioeconómica, histórica o antropológica a esta acción no sólo estarán cometiendo una tremenda injusticia, sino que se convertirán automáticamente en cómplices del terror. La época del adanismo y el buenismo pasó. Occidente está siendo permanentemente atacada por un grupo terrorista con una filiación clara y obviarlo sólo retrasará la solución del problema.

Pocos atajos hay para combatir al yihadismo. Hay que perseguir a los terroristas en sus santuarios (Siria, Sahel, Libia...), cortar sus fuentes de financiación (Arabia Saudí y otros emiratos árabes), controlar sus lugares de reunión en Europa (mezquitas radicales), detener y juzgar a todos aquellos sospechosos de apoyar o perpetrar sus acciones, etc. Para ello hay que aumentar los medios y la colaboración de las policías y los servicios de Inteligencia, así como aumentar la presión militar en los lugares donde los terroristas se sienten seguros. La guerra será larga y costosa, pero hay que ganarla. En ello va la supervivencia de los valores democráticos y humanistas.

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