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La corredera

Antonio / Morillo / Crespo

El último minuto

EL último minuto es épico. Lo he sentido, o lo he recordado, con el campeonato de fútbol europeo. En el último minuto marca España por mediación de su extremo Villa el gol de la victoria, que le hace campeón de su grupo. En el último minuto falla el Cádiz el penalti que lanza su jugador Abrahán Paz con la dramática fatalidad de que por ello baja a Segunda División B. En el último minuto, marcan los turcos el gol de la victoria sobre la República Checa, que iba ya de rotunda vencedora, cuando estaba Turquía prácticamente ya eliminada de la competición. Estamos estos días en la epopeya del último minuto, o para gloria o para la alegría. O una pena y tristeza enorme del aficionado, o la alegría desbordante del que mete el gol, el gol de la victoria, sabiendo que allá en todos los pueblos y ciudades de su país la gente grita y canta con su gesta deportiva.

Siempre ha sido así de tragedia o de victoria. Y siempre es un momento solemne, decisivo e importante para bien o para mal. Puede ser el último adiós, el último beso, el último puñal, el último pañuelo al aire de despedida, el último grito de anhelo, cosas que se guardaran para siempre en el recuerdo. O bien el fin de un sufrimiento, de una pesadilla, de un mal viaje, de una situación quebrantosa e insostenible. En el último instante de la vida llegó la paz, en el último instante llegó la victoria de una batalla, en el último instante del naufragio amainó el viento...

Hoy me estoy acordando mucho del jugador del Cádiz. Fue valiente al responsabilizarse del lanzamiento, con la trascendencia de meterlo o no meterlo en la portería. Tanta concentración y empeño pondría el hombre que justo dio el balón en la esquina del palo de la portería. ¡Tendría ganas de meter el gol! Y en el último momento, cuando después estaba o la victoria o la derrota. Para mi es el símbolo de la tragedia deportiva, Abrahán Paz.

Hay que acordarse del último rayo del Sol, verde, cuando se pone sobre el horizonte del mar, color esperanza. Porque siempre debemos saber que nunca está nada decidido hasta el último momento y hay que luchar siempre hasta el final. Y quien se rinde, queja o desanima porque todo está predestinado y no se puede hacer nada, no vale dos gordas.

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