Tal vez uno de los síntomas más claros de la trivialización a que se está viendo sometida la actualidad es el hecho de que una simple equivocación con un sobre en la ceremonia de los Oscar de Hollywood haya acaparado horas y horas de informativos y toneladas de papel en los periódicos. Tanto que ha eclipsado la importancia de que los ganadores hayan sido tal o cual película, tal o cual actriz, tal o cual director. Debo estar haciéndome viejo para no apreciar la magnitud de la importancia de tal noticia. Yo solo veo una equivocación que duró unos minutos, el tiempo que tardó en subsanarse, y que todos los afectados parecieron aceptar con el mejor ánimo e incluso con buen humor. Pero observo con mi misma estupefacción que al día siguiente la serie continúa con la búsqueda y señalamiento del culpable de tan importante acontecimiento. El espectáculo debe continuar.