Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

NO hacía ninguna falta conocer lo que un desprevenido Zapatero comentaba en lo de Iñaki Gabilondo. Lo que confesó el presidente al periodista fuera de antena, desavisado de que también eso se graba, es lo que todos los estrategas del PSOE vienen practicando desde que sonaron los clarines electorales: hay que subir la tensión.

"Lo que nos conviene es que haya tensión... a partir de este fin de semana yo voy a dramatizar", anunció Zapatero. Habría una versión benévola y una versión perversa de lo que esconden estas palabras. La benévola: se trata de tensionar a los militantes y simpatizantes socialistas, movilizarlos para que no piensen que las elecciones están ganadas de antemano. La perversa: hay que aumentar la crispación y el dramatismo sobre el futuro de España para que nadie se abstenga el 9 de marzo.

Parece un lugar común, con base empírica en la historia reciente, que en la democracia española a mayor participación en las urnas, mejor para la izquierda. Ahora bien, si esto es así, algo no casa: si el presidente Zapatero cree de veras -lo repite continuamente- que el PP hace una oposición crispante y destructiva, es decir, fomenta la tensión social y política hasta extremos intolerables, ¿no actuaría, sin querer, en el mismo sentido en que interesa al PSOE, es decir, agitando a la ciudadanía y urgiéndola a no quedarse sin votar por la gravedad de lo que está en juego el 9-M?

La discusión acerca de quién ha crispado más durante esta legislatura y ha echado más leña a la hoguera de la confrontación se asemeja bastante al debate antañón acerca de si fue antes el huevo o la gallina. No cabe duda de que el Partido Popular ha intentado por todos los medios deslegitimar la victoria del PSOE en marzo de 2004, apuntalando la teoría de la conspiración sobre el 11-M, y ha actuado con deslealtad en materia de terrorismo; tampoco, de que el Partido Socialista ha hecho notorios esfuerzos por aislar al PP (Pacto del Tinell, por ejemplo) y ha forjado alianzas, más o menos estables, con fuerzas políticas que descreen abiertamente del cuerpo ideológico nacional-democrático en el que sí coinciden socialistas y populares.

Lo que necesitamos los españoles no es más tensión, sino menos, haya o no elecciones. No es verdad que después del 9 de marzo, si ganan unos se romperá España y ETA ganará su guerra contra la democracia, y si ganan otros las mujeres perderán sus derechos y volverá la Inquisición. Ninguna catástrofe endógena aguarda a la sociedad española por que Zapatero siga en la Moncloa o por que Rajoy lo desaloje. Que no nos vendan más cuentos. Dentro de tres semanas nos jugamos cosas importantes, pero no trascendentales.

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