De poco un todo

Enrique García-Máiquez

Sobre el silencio

DESPUÉS del accidente de Barajas, tras el desconcierto inicial, hemos oído numerosas críticas por el tratamiento informativo. Críticas muy razonables: muchas de las imágenes y de los comentarios no tenían sentido y eran repetitivos, y algunos fueron directamente desafortunados y poco respetuosos. Tampoco aportan nada las entrevistas a unos familiares deshechos por el dolor, rotos. Los medios tendrían que exigirse a sí mismos más pudor y contención.

Sin embargo, apenas pueden hacer otra cosa. En estos casos, lo respetuoso, después de una escueta narración de los hechos y de la exigencia de responsabilidades, sería el silencio, sí, pero a los medios el silencio les está vedado, por desgracia. Se encuentran en una situación similar a la del Rey Midas. Éste pidió que todo lo que tocara se convirtiese en oro y enseguida, después de la primera emoción de ver crecer su fortuna, se dio cuenta de que estaba maldito: los alimentos se volvían frío metal, brillante e inútil. A los periódicos y a las televisiones todo se le vuelve información y últimas noticias, ajetreo y datos. Pero del mismo modo que Midas necesitaba alimentos, la sociedad necesita a veces de silencio.

Más que nunca ante "el dolor inocente, que es el mayor misterio", como escribió Claudio Rodríguez, que sabía de lo que hablaba. La sociedad civil ha visto claro, con fino instinto, que mejor que los psicólogos, las declaraciones o los conciertos conmemorativos, los minutos de silencio calman su corazón y acompañan a las víctimas. Ni siquiera la poesía o la música, las más sensibles expresiones del hombre, son capaces de responder a determinadas conmociones. El poeta Henri Pichett dijo que nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un enfermo; y así tiene que ser incluso cuando esa frase sea de celebración de la vida o simplemente frívola, pues los enfermos tienen más derecho que nadie a la alegría y la risa. En cambio, al oído de los muertos ni la frase más delicada ni la más sutil música sirven de nada, sólo el silencio.

Y sobre el silencio, la oración. Dentro de su programa para ir configurando una sociedad totalmente laica, en el último congreso del PSOE se debatió la conveniencia de acabar con los funerales de Estado. Desde luego, era lo más coherente con la cosmovisión del zapaterismo, partidario de un laicismo combativo sin resquicios. No obstante, dieron marcha atrás, lo que les honra, en cuanto a los funerales religiosos. El lunes se celebrará en la Catedral de la Almudena una misa por las víctimas del accidente de Barajas. Desde aquí, me uniré a sus oraciones.

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