envío

Rafael Sanchez Saus

Los rojillos de Kiev

UNO de los momentos más emotivos de la noche feliz del pasado domingo fue la inesperada invasión del Olímpico de Kiev por un montón de preciosos críos, los hijos de La Roja. Y es que la impensada aparición de los pequeños hijos de los héroes humanizaba y hacía aún más hermosos a los terribles guerreros, a los sublimes artistas que acababan de humillar, de sujetar con argollas de hierro a la altiva Italia, a la escuadra invencible, a la tantas veces trituradora de nuestros sueños. Ni el mejor director de cine hubiera ideado un colofón así para la gloria de esta España, ligando la fuerza y el triunfo de los jóvenes atletas en plenitud con la gracia, la inocencia y la fragilidad aparente de la infancia. La vida en toda su complejidad de promesa y culminación, en su arrebatadora potencia y belleza, se hizo presente ante los ojos de quienes, aunque contentos, sólo estábamos preparados para la celebración de una simple victoria deportiva. Comparada con los niños, la copa era sólo un trasto del que nadie sabía en realidad qué hacer.

El insólito espectáculo proporcionado por los rojillos en Kiev hace, sin embargo, aún más tristes los datos que en estos días ha publicado el Instituto Nacional de Estadística sobre indicadores demográficos básicos del año 2011. Resulta que ese año nefasto por tantos motivos también lo ha sido en cuanto a nacimientos, ya que la natalidad ha caído un 3,5% respecto del anterior, que ya había sido peor que malo. En 2011 sólo nacieron en España 468.430 niños, pero más de 90.000 fueron de madre extranjera, por lo que en puridad los nuevos españoles no pasaron de 380.000, mientras que los fallecidos llegaron a 387.347. La edad media de maternidad se elevó, por su parte, hasta los 31,4 años y el número de hijos por mujer descendió a 1,35, cayendo hasta el 1,31 entre las españolas. Así pues, crecimiento cero, imposible reposición generacional, crudo invierno demográfico que augura males futuros más terribles que los de la peor crisis económica. Aunque parezca increíble, en España nacen hoy menos niños que en 1850 o en plena Guerra Civil.

Alejandro Macarrón, autor de El suicidio demográfico de España, ha demostrado que, de no revertirse pronto y claramente esta tendencia, los españoles estamos abocados, como pueblo, a una fatídica espiral de muerte por falta de niños. Una muerte que, antes de producirse, irá precedida por una larga época de decadencia. ¿Es posible que a nadie le importe? Los rojillos de Kiev, los hijos de los héroes, no podrán salvarnos de eso: nos pedirán cuentas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios