Libre directo

José / Petthenghi / Lachambre

El retorno

ME pasé media vida temiendo que el franquismo no se acabara nunca, y creo que voy a estar la otra media temiendo que vuelva. ¿Exagerado? No creo; que los obispos sean protagonistas políticos, que generales como Mena publiquen libros oportunistas de contenido autoritario y que no haya nada a la derecha de la derecha oficial, son sólidos indicios de eso.

Tal vez no sea el franquismo de uniforme, del palo y del miedo que te cagas, sino aquel españolismo garbancero y castizo que soñaba con Isabel la Católica y que supo mimetizarse en el franquismo. La España con acento en la "p" que arranca en Recaredo regresa con otros ropajes más modernitos, menos bestia en las maneras. Pero es la misma, la de misa de doce y toros, la intransigente que desprecia a sus artistas y a sus sabios. La ignorantona y oscurantista que huele a sacristía y adora los tópicos más rancios, la que muestra una beata desconfianza hacia la ciencia y el progreso. La que añora una época sombría en la que pecado y delito eran la misma cosa, en la que justicia y dogma vivían bajo el mismo techo.

En Cádiz, el revival nacionalcatolicista se encarna en el "neocarrancismo". Mantenido por las estructuras decimonónicas de la ciudad, prevalece aquel paternalismo clasista de pan y circo. Mucho cachondeo gratis pagado por "las instituciones". Mucho folklore localista de cirio y traje regional dedicado a la exaltación demagógica de un Cádiz imaginario. Mucha hipocresía engrasada en el poder para encubrir nuestra derrota como pueblo.

Por eso nada de fomentar el sentido cívico, ni de favorecer la opinión, la reflexión. Es más útil ahogar nuestro espíritu crítico en la mayonesa de los canapés. Pero bajo el palio del neocarrancismo crece el cáncer del envejecimiento de la población. La juventud trabajadora de Cádiz tiene que trabajar fuera. La falta de suelo es la cómoda coartada para que nos vayamos cubriendo de telarañas, perdiendo población por miles y negando que exista vida inteligente más allá de Cortadura. Rehenes de nuestra propia indolencia mirándonos el ombligo putrefacto. Antes muerta que sencilla, Cádiz se exhibe satisfecha de sí misma, con los fondillos cagados. Hipnotizada, indefensa y manejable; eso sí, hay más tanatorios.

Pero la gente no es tonta, tarde o temprano se dará cuenta que sólo hay dos sistemas políticos: uno basado en la tolerancia y el respeto, y otro basado en la dominación. No hay más.

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