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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Cuando resucitó Puigdemont

No sorprende que Arrimadas haya ganado, sino que el bloque secesionista conserve la mayoría y Puigdemont lo lidere

Aun constituyendo un triunfo realmente histórico (primer partido nacional en ganar unas elecciones catalanas, y con escasos años de vida), la victoria de Ciudadanos no ha sorprendido. Inés Arrimadas ha arrastrado el grueso del voto constitucionalista y se ha beneficiado como nadie de la elevada participación en las urnas, previsible tras el estallido del sentimiento españolista y ante la trascendencia de los comicios.

Lo sorprendente es, en realidad, que el otro triunfador de la jornada haya sido Carles Puigdemont, al que muchos dábamos por muerto desde la fantasmada de su exilio flamenco. Creíamos, ilusamente, que la cobardía de su fuga y el personalismo de su opción y campaña electorales serían castigados con la pérdida de la hegemonía en el bando independentista en favor del beato Junqueras, que dio la cara, asumió las consecuencias de su rebelión y lidera un partido no ahíto de corrupción.

El caso es que el relato victimista ha vuelto a imponerse y que la estrategia de Puigdemont (la restitución del Govern legítimo desalojado por el 155) ha salido indemne. Favorecidos por el sistema electoral -por algo se han preocupado de no cambiar, en esto, la legislación española-, los secesionistas han mantenido su mayoría. No en votos, pero sí en escaños de diputados, que son los que cuentan a la hora de elegir presidente de la Generalitat. Y dentro del bloque secesionista, nadie puede cuestionar el liderazgo de Puigdemont.

Estamos como estábamos. Algo menos de la mitad de la población adulta de Cataluña continúa siendo firme partidaria de la independencia. (Quizás es aún peor: ahora Junts y Esquerra suman 66 votos y Puigdemont podría ser reelegido presidente con la simple abstención de la CUP en segunda votación). Hay un bloque granítico de catalanes que ya han desconectado de España y lo manifiestan en cualquier ocasión y con cualquier motivo. Sería insuficiente para un agente político y social democráticamente normalizado, pero no lo es para el populismo supremacista y xenófobo que los guía.

El 21-D ha desvanecido la esperanza de que una parte de la hinchada independentista abandonara las filas de la secesión. Por aburrimiento, por las mentiras que han forjado el procès, por la comprobación de la fortaleza del Estado democrático, por el anuncio de ruina, o por que los Puigdemont y Junqueras los han llevado al abismo. Nada de nada. Sordos y ciegos, los llevaron al abismo y ellos han dado un paso adelante.

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