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Dos reflexiones

La versión parisién de Pedro Sánchez, Hamon, ha sido laminada. ¿Seremos, una vez más, diferentes?

Si tener detrás casi once millones de votos y un 34% de los electores no te permite obtener el mínimo respeto público, sólo puede deberse a dos cosas: o tu propuesta es flagrantemente antidemocrática y totalitaria, o estás denunciando vicios ocultos del sistema que conviene a muchos que sigan sin resolver y sin que se hable mucho de ellos. El Frente Nacional francés no es un partido de advenedizos cabalgando sobre el oleaje populista del momento, ni lleva en su programa una sola propuesta que ponga en peligro a la República. No está afectado por casos de corrupción, y en las ciudades cuyo gobierno ha conseguido contra todos, las libertades no ha sufrido menoscabo alguno. ¿Cómo puede justificarse el cordón que le aísla y que habría asfixiado a cualquier partido que no tuviera nada bueno que ofrecer? Ciertamente, en el FN existe un gran desnivel entre la potencia de su denuncia de problemas que sólo ellos y la ciudadanía más expuesta y decepcionada parecen detectar, y la escasa viabilidad de las soluciones que Marine Le Pen ha ofrecido. En especial, la manía antieuropea y germanófoba me parece muy desafortunada, y es posible que haya pasado una gruesa factura a la candidata. Ya veremos hacia dónde va la renovación del FN anunciada por Le Pen y que tratará de consolidar el extraordinario resultado conseguido por ella el pasado domingo.

Por otra parte, el gran vencedor, Emmanuel Macron, se está convirtiendo desde el primer día en un grave problema para el establishment político al que debe la victoria. Los Republicanos, presionados desde la derecha por el FN, observan inquietos cómo su ala izquierda siente la tentación de ofrecerse en vasallaje al nuevo monarca centrista, liberal, reformista y socialdemócrata -que todo esto, pero sobre todo monarca, se pretende Macron-, pero son los socialistas los abocados a los peores tragos. Si Macron consolida su En Marche (cuyo acrónimo EM reproduce sin pudor alguno las iniciales de su fundador), y hay estudios que le dan 260 diputados en junio, el PS estaría tocado de muerte como ha asegurado Manuel Valls, quien, por cierto, ya se ha apresurado a hacer las maletas. Una convulsión de este gramaje en Francia, ¿podría no tener consecuencias en el socialismo mediterráneo? La versión parisién de Pedro Sánchez, Hamon, ha sido laminada en las urnas. ¿Seremos, una vez más, diferentes?

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