LAS ratas de la margen derecha del río han vivido siempre por encima de sus posibilidades. No contentas con eso, se han pasado la vida reclamando servicios inviables, comodidades innecesarias y becas para estudiar. Estas ratas, amigas de la holganza, cogieron la costumbre de protestar en la barra del bar o de forma anónima en un foro de internet y nadie las criticó.
Como muchos otros bichos, adquirieron gran habilidad para conseguir subvenciones hasta de debajo de los desagües que dan al muelle del vapor. Y lo que es peor, entraron en la escrupulosa rutina de vivir de ellas. Las ratas de la margen derecha del río, no todas pero sí algunas, aprendieron a acercarse a quienes podían darles un carguito, aquellos influyentes seres vivos que ostentan cierta autoridad sobre los demás y sus ahorros. La ideología era un pretexto y se vanagloriaban de ello.
Las ratas de la mencionada margen de nuestro río, nadie sabe para qué, empezaron a solicitar viviendas protegidas, aprovechándose de su consideración como colectivo tradicionalmente excluido y marginado. Y, cómo no, al mismo tiempo morían por los juguetes de alta tecnología, vehículos de alta gama y cruceros la mar de relajantes. Ratas, pero no tontas. Pidieron préstamos, hicieron botellón y fueron al fútbol, a los toros y al zoo. Las ratas más conflictivas triunfaron en la bolsa o se dedicaron a especular con los terrenos. Las demás, siguieron estudiando. En resumen, ayudaron a mover la gran rueda de la economía mundial con tanta diligencia como cualquier otro consumidor de tipo medio.
Y un día, el día de la gran crisis, llegaron los bípedos con ropa y dijeron hasta aquí hemos llegado. No sois rentables, ratas. Y ni siquiera vais a votar. Y cuando vieron que eran demasiadas como para negociar con ellas, las administraciones se unieron en un pacto histórico y las exterminaron a todas.
Hoy, como la carnicería raticida no ha servido para atajar la crisis, ni mucho menos, todos miran ahora hacia la margen izquierda del río. La idea de cobrar un peaje a las ratas de enfrente adquiere mayor solidez a cada momento que pasa. Tarde o temprano, les dará por cruzar.
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