CORREN días de depresión entre el casdismo por el desastre del descenso y algunos piden sangre. Hay que buscar culpables, alguien debe cargar con la responsabilidad de lo que ha pasado. A partir de ahora, cada decisión se mirará con lupa. Y hacen bien.

Estaba cantado que ninguno de los futbolistas que quedaban libres iba a renovar, salvo contadas excepciones, pero había que ver qué sucedía con otros que llevaban varios años en la entidad y que pedían a gritos un cambio de aire. Era el caso de Abraham Paz, Bezares o Enrique, y no se puede considerar esto como algo negativo, sino como la constatación de que cualquier profesional cumple un ciclo en su trabajo y necesita cambiar para no estancarse.

Lo más probable es que sea Paz el primero en decir adiós a la entidad amarilla y eso no debe tener más de una lectura. Resulta que ha sido quien ha fallado el penalti de la discordia, pero su salida al Legia de Varsovia estaba hablada desde mucho antes y no se tendría que interpretar su presumible adiós como una consecuencia de haber bajado a Segunda B. Así debería ser, pero su fuerte personalidad le ha hecho ganarse la antipatía de algunos -pocos y de escasa relevancia- y lo más probable es que reciba fuertes críticas que, desde luego, no merece.

No se merece tampoco haber quedado marcado por el tristísimo partido del Rico Pérez y sí se ha merecido una salida por la puerta grande. Otros saldrán por la de atrás y sin rechistar, pero él, como Bezares, Enrique o Raúl López, se han hecho acreedores del respeto de los aficionados con dos dedos de frente. Le deseo lo mejor por lo que ha hecho por este club y por ser como es.