Libre directo

José Pettenghi Lachambre

Un pollo y algunos republicanos

¿ES una alegoría de la avicultura o de la carpintería metálica? ¿Tal vez un monumento al sorteo navideño de lotería? No, el pollo es un homenaje a la Constitución de 1978. Quién lo diría. Donde el franquismo puso un Gobierno Civil, estos han puesto un pollo.

El pollo no es más que otro aspaviento en ese éxtasis del nacionalismo histórico, del entusiasmo renovelero de las derechas por el constitucionalismo. Eso sí, a su manera: se elimina el contexto histórico, se infantiliza el relato, se exalta con gran aparato propagandístico -un surtidito de pollos, banderas y bandas de música- y ya está. Llegan a creerse su propia mentira histórica y artística. Y así pasamos a la Historia como el rebaño que se tragó, entre otras trolas, que la monarquía trajo la democracia.

En la transición, a la opción "Monarquía o República" se antepuso otra más urgente, considerando la correlación de fuerzas del momento: "Dictadura o Democracia", que tenía más de amenaza que de alternativa. Pasados 30 años, aún estamos pagando facturas de aquello. En la práctica, se aceptó una transición en términos muy favorables para las fuerzas conservadoras; se aceptó una monarquía, convirtiendo sus símbolos en los símbolos del Estado; se aceptó la perpetuación de los privilegios de la Iglesia, entre otros la consolidación de una Escuela privada -casi un monopolio suyo- como paritaria de la Escuela pública; se admitió el papel del Ejército como garante de la unidad de España; se guardó un espeso silencio sobre los crímenes de la Guerra Civil y sobre los 40 años de dictadura, y todo ello supuso la aceptación de una España conservadora y esencialista. Cada vez creo más que la transición no fue un acto libre del pueblo soberano sino una transacción, si no dirigida, sí al menos condicionada por la sombra terrible y cercana del franquismo.

Hoy, como vemos, la derecha está encantada y muestra su fervorosa gratitud a la santa transición con banderas, pollos y otra charcutería nacional.

Mientras, hay otros que aseguran ser de izquierdas -como el alcalde de Puerto Real- que en vez de argumentar, razonar o simplemente dar ejemplo de ideal republicano, con rústica pedantería recurren a la alusión personal, cuando no al insulto barriobajuno y a la chulería de taberna. Con defensores así, a la república se la espera como se espera la llegada de un fenómeno meteorológico. Y los del pollo más contentos que unas pascuas.

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