QUÉ gusto estrenarse en un momento como éste en la Línea de Fondo! Aunque confieso que me genera agobio, no por la puesta de largo en el cierre de la sección sino porque este término siempre me recordará a las pretemporadas y a esas tundas físicas bajo la uralita del polideportivo en las que las carreras desde la línea de fondo eran la tortura final en los estertores de cada jornada.

Digo lo del gusto porque me incorporo en un momento de revolución baloncestística con Gasol en el cielo angelino de los Magic-Jabbar-Bryant y cuatro equipos españoles en el 'top 16' de la Euroliga. Siete años en Memphis han sido necesarios para que el catalán dé el salto a la cúspide de la liga de las estrellas y lo haga en un momento de incertidumbre en los Lakers después de que su estrella amenazara con marcharse tras fracasar en su propósito de lograr sin Shaquille su cuarto anillo para la franquicia californiana. Mal asunto lo de la pelea de gallos. Por eso es notorio que la elección de Gasol ha, si no partido, contado con la anuencia de Bryant, que espera tener en él un aliado y no un rival.

Alegría por Gasol, claro, pero cada vez que un español sube un peldaño más en la NBA no puedo evitar recordar la figura de Fernando Martín, el primer jugador nacional en ascender al olimpo del baloncesto. Este año se habrían cumplido 21 años de su proeza, la mayoría de edad estadounidense. Pero como las buenas leyendas, murió joven y en la carretera. Elegante, fino y un portento físico, Martín hizo historia cuando en EEUU no se miraba más allá de los Balcanes, cuando se cruzaba el Océano, mucho más ancho, con una mano delante y otra detrás, y cuando sólo contaba lo deportivo. Fueron sólo 24 partidos, 146 minutos y 22 puntos, pero más allá de las cifras quedó el pundonor de un grande que nos acercó el sueño imposible. Y mientras lo rememoro veo que ahora se pide a Memphis que retire la camiseta de Gasol. Uff! ¡Qué sentimientos encontrados! Estamos escasos de héroes, pero sin pasarse...