LA caña de la zambomba se ha convertido en pito carnavalesco en un santiamén. El pito de caña es una reliquia del Carnaval de la Bahía; con un papel de fumar amarrado con un hilo, era el acompañamiento instrumental de chirigotas y cuartetos. Hoy los hay de metal, de madera o de plástico, pero no es lo mismo. Incluso los hay de oro para un premio. El de caña por su textura incluso por su sabor, era más cálido, más colega. Alguien debería instaurar un premio con su nombre. No tendría un valor crematístico, pero sí un valor sentimental, entrañable y cariñoso como raíz histórica de nuestros carnavales. Su peculiar sonido sacaba el tono adecuado y firme para el pasodoble o cuplé. Pasodobles memorables que se iniciaban melódicamente y preparaban el oído para degustar sus notas. Hagan memoria: "Cuando nace una criatura entre sabanitas blancas". "Un cuatro de diciembre muere un malagueño". "Viene a esta tierra un barquito". Los oías dos veces y se grababan en el disco duro del coco, por muy duro de mollera que fuese el oyente; sin embargo, algunos pasodobles de ahora, no todos, te agolpan sus notas estridentes en las orejas y las van metiendo a empujones haciendo harto difícil quedarte con la copla, nunca mejor dicho. Con modernismo y todo, Cádiz y su Bahía se sigue vistiendo de gala, y de guasa, en el Carnaval disfrutando con sus agrupaciones. El Coro es la música y el colorido. La Comparsa, la voz y el coraje y la Chirigota, la gracia, el ingenio y la poca vergüenza. Perdonen que no hable del Carnaval de El Puerto; el compás del bombo, caja y platillos, me inclinan más a la risa que al llanto. Ojalá que el pregón de María Asunción Mateo sea el renacer de lo que fue nuestro Carnaval en otros tiempos. Lo quisieron enterrar y denigrado como fiesta menor por algún cultureta ilustrado. Por lo visto, la libertad que es el santo y seña de estas fiestas sigue cegando a los que no pueden mirarla de frente. Po que se los lleve la bruja Piti. ¡A divertirse tocan!