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Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El perro guardián

MAÑANA se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Nacida de las raíces de la democracia, la libertad de prensa puso fin a la expresión única del poder y dio voz a la diversidad natural del pensamiento. Alguien llamó a la prensa el "perro guardián de la democracia", pero son pocos los que se atreven hoy a mirarle la dentadura.

Desde hace unos años, la libertad de prensa se mide mediante un ranking mundial, donde países como China, Venezuela, Irán, Cuba y Corea del Norte, entre otros, aparecen perdidos en los abismos de una clasificación irreal. Porque si la libertad es una virtud de la democracia, las naciones nada o poco democráticas siempre estarán resaltando el liderazgo de los campeones del mundo libre… Nuestro entorno tiene muy poco que ver con los extrarradios de la geopolítica, por lo que las comparaciones etnocéntricas y complacientes ayudan a ocultar los problemas en las naciones del primer mundo.

Ciertas organizaciones de editores, como la World Association of Newspapers (WAN), se han apropiado del término libertad de prensa. Son los dueños del negocio. En semejante privatización de los símbolos, se suele confundir la libertad de empresa con la libertad de prensa, esta última en otro plano de valores. Arrancada del corazón de las libertades públicas e izada como estandarte, la libertad de prensa se llega a emplear como paraguas protector de intereses ajenos a los medios y salvoconducto de actividades diversas.

La WAN explota en internet, con el sufijo ".org", el dominio WorldPressFreedomDay, la denominación creada por la ONU y UNESCO en 1991, aunque mira hacia otro lado cuando escucha que la degradación de los medios se debe, en parte, a la precariedad en el empleo de los periodistas y a su escasa independencia profesional. En Estados Unidos, el magnate Rupert Murdoch está considerado el enemigo público número uno de la libertad de prensa, al haber teñido de amarillo, por igual, periódicos y televisiones. El editor con escaso fondo ético acaba siendo quien más denigra la libertad pública en la que funda su negocio privado.

En España, según una encuesta que aparecerá el lunes próximo, el 86% de los directores de prensa dicen estar presionados por agentes externos a las redacciones. Y son, sorprendentemente, las administraciones públicas las que aparecen en el primer plano de las injerencias. Presiones que buscan, por lo general, que una información no se publique o que sea modificada, empleando para ello el señuelo de la publicidad institucional. Y es que los pequeños dictadores -no les importa dictar noticias de sí mismos- alimentan al perro guardián con los dulces que destrozan su dentadura y lo incapacitan no sólo para defender la democracia, sino la dignidad de su propio amo.

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