De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Unos pechos perfectos

MI coche acelera y corta el viento cuando deja atrás El Puerto, caminito de Jerez. Siempre, antes de llegar a mi destino, mis ojos se cruzan con el cartel publicitario de una clínica estética que oferta unos pechos perfectos. Lo miro. Me resulta curioso. Muy interesante. Mucho. Muestra las fotos del torso de una señorita desnuda, antes y después de someterse a la intervención quirúrgica. Lo notable, desde el punto de vista metafísico, es que los pechos de antes no estaban, en mi humilde opinión, nada mal. La diferencia con los de después es, de hecho, prácticamente inapreciable, al menos para mí, que 1) no soy un especialista, 2) he de ir atento a la conducción y 3) tampoco quiero escrutar el anuncio hasta el puntillismo. Esta vez me llevo una grata sorpresa: un autor anónimo fue de mi opinión. Se ha encaramado al cartel y ha escrito debajo de los senos previos esta simple palabra: "perfectos". Lo ha hecho con una caligrafía redonda y cuidada, lo que demuestra un alma atenta, piadosa y exquisita. Ese señor, supongo, aunque puede ser una señora, por supuesto, e incluso una feminista fina y bienhumorada, si la hubiese, se me ha adelantado.

Aprovechando que no estoy subido con un bote de spray a una escalera temblorosa al borde de una autovía, añadiré que comprendo la dificultad a la que se enfrentaba el publicista, que no se ha equivocado tanto como nos puede parecer a bote pronto. Teniendo en cuenta que la clínica busca clientes, si hubiese partido de unos senos ruinosos, la inmensa mayoría de chicas habría sentido que lo de la cirugía estética no iba con ellas (como no va, por cierto). Y en la foto de después, lo mismo. No se podía proponer un resultado tan exuberante que el respetable lo considerase más propio de revistas del sector. Convenía ceñirse a la estética cotidiana y al sentido común, al buen gusto, a la Venus de Milo más que a la de Willendorf. En consecuencia, el arco posible entre ambas fotos era pequeño y el publicista, aunque nos preguntemos, al ver el cartel, si merece la pena la intervención quirúrgica, hizo cuanto pudo.

No diré que es noble el oficio de publicista, pero sí sufrido y ejemplar. Son dignas de estudio las contorsiones que ellos han de hacer para que echemos en falta lo que no nos la hace. Los profesores, los padres, los poetas…, todos los que procuramos transmitir cosas fundamentales, tenemos mucho que aprender de sus desvelos.

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