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2017 ya pasó

Los políticos se han convertido en un gran problema, entre el populismo y la incompetencia

Puede que no haya sido un annus horribilis, pero sí bastante nefasto para ciertas cuestiones. Se dirá que España va bien en la economía, con un crecimiento sostenido en el entorno del 3% anual (del que sólo se benefician algunos, por cierto); pero España va bien jodida en la política, con un problema territorial en Cataluña que ya es una auténtica pesadez, y que ha convertido a un payaso como Puigdemont en un personaje internacional. Por culpa de quienes no lo han evitado a tiempo. También fue el año en que el terrorismo yihadista volvió a asesinar en España, en un lugar tan emblemático como las Ramblas de Barcelona. Cuando se habla del descenso del turismo en Cataluña, se olvida aquel ataque terrorista, que también ha perjudicado. A un extranjero le importa un pimiento si las tiendas están rotuladas en castellano o en catalán, sino que huyen de los sitios de riesgo.

En el mundo mundial, se ha visto que Europa cada vez pinta menos. Aunque todavía estará peor después del Brexit. El nuevo eje de poder económico se mueve hacia Oriente, hacia China y Rusia. Paradójicamente, las democracias viven en el cortoplacismo (el periodo breve entre elecciones), y otros regímenes autoritarios se aprovechan. Además, la mayor democracia del mundo, que es EEUU, está gobernada por Donald Trump, lo que confirma que el sistema es el menos malo y bastante mejorable. Sin embargo, Europa está medio paralizada, porque el liderazgo de Merkel ya no sirve ni en Alemania. Así las cosas, se avanza a pesar de los políticos, que se han convertido en un gran problema, entre el populismo y la incompetencia. Hay pocas excepciones.

Volviendo a lo nuestro, se supone que las elecciones del 21-D solucionarían algo. Parece que todo sigue casi igual. Si la más votada fue Inés Arrimadas, a Ciudadanos le corresponde intentar formar Gobierno. Ya sabemos que no podrá, pero tampoco podía Rajoy, y lo criticaron cuando le dejó el camino expedito a Pedro Sánchez para que se estrellara. La diferencia es que los independentistas pactarán, aunque sea a regañadientes, antes que arriesgarse a perder unas elecciones. A no ser que las encuestas les digan que ganarían con más rotundidad, que podría pasar, si el voto constitucional se desencanta; y si Iceta no le deja el sitio a otro, que sea capaz de arrebatar votos al independentismo, en vez de bailar y ofrecer indultos para nada.

Todo el mundo habla de reformas, de diálogo, de soluciones… Pero nadie lidera nada, en la realidad. Se corre el riesgo de que 2018 sea otro año parecido, incluso con elecciones en Cataluña.

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