Es verdad que no sé muy bien qué nos lleva a los padres a meter a nuestros hijos a pegar patadas de karate, perpetrar piezas de violín, jugar al baloncesto o intuir que aprenden danza clásica. Ese 'o' se puede convertir en 'y', ya que hay padres que consiguen que sus hijos hagan todo eso a la vez. No tengo nada que decir ya que yo mismo lo he hecho, sin conseguir que mis hijos sepan hacer ninguna de esas cosas y tengo de recuerdo en un rincón de casa un gigantesco contrabajo que miro con ternura cada noche cuando apago la luz antes de irme a dormir. Pero, ¿qué es exactamente lo que pretendemos cuando les ponemos a los niños de cinco años un birrete estilo Harvard y les entregamos un diploma o cuando convertimos el fin de la ESO en una especie de rito iniciático al estilo de la circuncisión judía? Malgasto este espacio de opinión en una pregunta: ¿Se puede saber de qué vamos?

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