En román paladino

Rafael Román

Estado de opinión

 NO soy un aguafiestas. Ni me gusta ese papel, aunque escriba columnas de opinión. Soy de los que piensan que las válvulas de escape cumplen su papel en la vida de los hombres.  La euforia que ha producido en la opinión pública el triunfo de la selección nacional de fútbol no debe ocultar, sin embargo, el verdadero estado de la referida opinión pública. 

Una casa de encuestas -Metroscopia- acaba de publicar un Barómetro de Confianza Institucional que mide los niveles de apego y desapego, el grado de aprecio o fiabilidad que le damos los españoles al conjunto de las instituciones y de los grupos sociales de nuestra sociedad. En ella resulta que los que reciben la mayor aprobación -y por este orden- son los médicos, los científicos, los profesores de la enseñanza pública, las pequeñas y medianas empresas, la policía, las organizaciones no gubernamentales (ONG), la Guardia Civil, la obra asistencial de la Iglesia (Cáritas), la Universidad y la sanidad pública. Todas estas categorías sociales tienen un saldo positivo de más de 50 puntos entre los que aprueban su gestión y los que la desaprueban. Entre los que desaprueban por goleada -con más de 50 puntos- figuran, por orden estricto de rechazo del pueblo soberano, los partidos políticos -en el primer lugar del escalafón negativo- seguido por los bancos, el Parlamento, los obispos, la patronal y el Gobierno del Estado. En la mitad de la tabla hay todo un mundo. Los abogados son más apreciados -menos rechazados sería mejor decir- que los jueces. La radio está mejor vista que la que más se ve, la televisión, el Rey mejor que los sindicatos, los curas de las parroquias mejor que los ayuntamientos, los funcionarios mejor que la Iglesia Católica y el Tribunal Supremo peor que las Fuerzas Armadas.

La radiografía que tenemos de nosotros mismos arroja unos resultados terribles. A mí me asusta, pero que cada uno saque sus conclusiones, porque una democracia lo que supone justamente es la mayoría de edad de la población y eso es lo que representa el régimen de opinión pública. Nada se oculta, todo se sabe -o debería saberse- y, al final, cada cierto tiempo esa misma opinión pública establece las cosas según su gusto, mediante el voto. No se ha descubierto todavía un sistema mejor. 

El caso es que médicos, científicos, profesores de enseñanza pública y PYMES -los primeros de la tabla- están siendo zarandeados por los últimos de la clasificación -partidos políticos, bancos, Parlamento y Gobierno del Estado. Dejemos a un lado a los obispos y la patronal. Quieren acabar con todo, claman los sindicatos, con 44 puntos de saldo de desaprobación. La crisis, la luz, el gas, los medicamentos, el IVA y el acelerador de Rajoy  pueden esperar una semana.

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