Con una carpeta portafolios debajo del brazo, los ojos abiertos como platos y el gusanillo en el estómago como el que aparece en los días importantes llegó en aquella tarde de octubre. Una ciudad distinta a la suya, unos compañeros totalmente nuevos, un salto gigante en la vida. Sale del caparazón del huevo familiar para hacerte un poco más independiente, para enfrentarse a la responsabilidad de la autogestión de muchas cosas en su vida. Ese primer día a veces empieza a crear el grupo por pura casualidad, por el simple hecho de sentarse ese día al lado de una persona o por haber cruzado una palabra para romper el hielo con otra. La vida empieza a cambiar de verdad pero el temor o las dudas se mezclan con una ilusión tremenda, la de sentirse un poco más mayor. Muchos estudiantes tendrán la misma sensación o parecida estos días cuando pisen por primera vez su facultad. Que la aprovechen.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios