EL ALAMBIQUE

Ana / Alonso

En nombre de la Cultura

AYER, camino de Málaga, nos detuvimos a repostar en una gasolinera. Me quedé dentro del coche mientras mi acompañante se hacia cargo de la logística del combustible. Tuve tiempo más que suficiente para observar dos coches recién llegados al área de servicio. De uno de ellos descendieron tres personas: una mujer que pasaba la cincuentena, un hombre de aproximadamente la misma edad que parecía ser su marido, acompañados por un chico que bien podía tener unos veinte años. Del otro coche se apearon un chico y una chica jóvenes. Los ocupantes de ambos vehículos se conocían. La indumentaria de los hombres era relativamente informal. El hombre mayor vestía pantalón azul marino y un chaquetón tres cuartos de piel beige. Los chicos jóvenes llevaban pantalones vaqueros y sendas cazadoras de cuero marrón y negro. La señora mayor con chilaba gris azulado y riguroso shador negro caminaba dos pasos por detrás del que parecía ser su marido. La chica joven, más actual, no llevaba chilaba, pero si un shador color blanco, signo inequívoco de su religión y de su condición.

En ningún momento me he sentido amenazada por los extranjeros, con una base militar cerca de casa... No creo, por tanto, que las personas procedentes de otros países sean una amenaza para nadie, salvo que vengan armados y en son de guerra. Por el contrario, soy especialmente beligerante verbalmente con aquellos pueblos que en nombre de la tradición, la religión o la cultura, incumplen los Derechos Humanos. Creo que el caso de estas mujeres, marcadas con su indumentaria para que se note sin ningún lugar a dudas su condición, su procedencia y hasta sus costumbres más intimas.

Si sometiéramos esta cuestión a debate público, tanto los de allí como los de aquí echarían mano del respeto por la cultura y las costumbres ajenas para justificar la discriminación de género sufrida por millones de mujeres en el mundo musulmán. Ellos, los varones musulmanes, en cuanto cruzan el estrecho se quitan la chilaba ipso facto, son modernos y vanguardistas con sus vaqueros, tan modernos que bien pudieran llamarse Antonio o Pepe y trabajar en Astilleros. Pero ellas, son estigmatizadas con signos externos bien visibles. Ellas siempre serán Fátima para no poderlas confundir con ninguna Carmen.

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