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Rafael Sánchez / Saus

Hay que moverse

DICEN los que saben que cuando la política prescindió de la violencia como medio admitido de acceso y mantenimiento en el poder, surgió el Estado. Más tarde, al considerarse innecesaria, aunque no inexistente, cualquier otra forma de legitimación de ese poder que no consistiera en la voluntad popular, apareció la democracia, pero cuando se comprobó que la lucha no violenta por la legitimación popular a través de las urnas podía hacerse al margen de ideas y principios, recurriendo al más fiero y vacío pragmatismo, emergió la partitocracia como forma degradada de la democracia.

En las últimas semanas volvemos a asistir al siempre asombroso pero ya recurrente espectáculo de que un partido, perdedor en las urnas por unos cuantos cientos de miles de votos en un censo de varias decenas de millones, se plantee en medio de todo tipo de convulsiones no cómo atraer a sus postulados y soluciones a esos votantes que le son esquivos, presentando mejor los principios que dice sostener, sino qué pirueta debe hacer para seducirlos, aun a costa de negar en buena medida lo que se ha venido afirmando hasta ese momento y defraudando de ese modo a los millones que sí le dieron su confianza. Cuando Mariano Rajoy trataba de justificar hace unos días la loca carrera en la que arrastra hacia el despeñadero al Partido Popular, no nos ofrecía otro argumento que aquello de que en la vida hay que moverse, vaciedad hasta ahora sólo al alcance de pepiños. Sin duda, esta perla del pensamiento centrista-reformista o cuentista-rajoyista pasará a los anales como resumen político de los tiempos chikilicuatres que vivimos. Horas bajas las puede tener cualquiera, pero para comprender cómo se puede descender tantos escalones en tan poco tiempo se hace forzoso recurrir, como hacía ayer domingo El Mundo, a los servicios de un psicólogo o bien al medio, menos sofisticado pero más fiable, al que los padres se han confiado siempre para explicarse el comportamiento de sus hijos descarriados: las malas compañías. El dime con quién andas y te diré quién eres mantiene su vigencia, adaptable a un dime quién te escribe las ponencias para saber qué tonterías has de decir.

Lo peor para los votantes del PP es que este increíble e innecesario akelarre se está produciendo en un momento en que el Gobierno, libre de cualquier forma de oposición y de espaldas a la crisis económica, prepara sus nuevas cargas de profundidad en los terrenos que más importan ahora al proyecto de ZP: la financiación de las comunidades autónomas, que consagrará la desigualdad entre unas regiones y otras, el diseño del Estado, con la implantación del Estatuto de Cataluña y lo que venga luego, y la imposición a la sociedad del laicismo y de la ideología de género, señas de identidad de la nueva izquierda. Don Mariano no dice ni hace nada, pero moverse, vaya si se mueve.

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