Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

La mili en Cádiz

Si se fuesen el Hidrográfico o la Base de Puntales perderíamos los lugares de la memoria

Hace años existía una cosa que se llamaba servicio militar obligatorio, vulgo mili. Hubo momentos que los únicos que se libraban del tormento eran los estrechos de pecho, los hijos de viuda y los Testigos de Jehová, a los que enviaban a la cárcel como castigo, la mayoría en el penal de Santa Catalina. Con el tiempo aparecieron los objetores de conciencia, la prestación social sustitutoria. Luego llegaron los insumisos y de ahí terminamos en Los Pofesionales ("no tirarme tiritos en el pecho, tirátelo tú en el culo que ya tiene el boquete hecho"), momento en el que nos encontramos. En esos años oscuros el ingenio de cada cual buscaba la fórmula para librarse de la mili por miles de procedimientos o, en el peor de los casos, hacerla de la manera más cómoda posible. Muchos hacían las milicias universitarias durante varios veranos y otros se apuntaban de voluntarios para hacerla en algún destacamento ubicado en Cádiz, en los Cuarteles del Parque Genovés, por poner un ejemplo. En esa época muchos gaditanos se matriculaban en la Escuela de Náutica para pasar a la Armada y así hacer la mili en la zona, aunque fuera un poco más larga. Qué tiempos de reclutas y marineros, de pelones que llenaban las calles de La Isla, cateto a babor y botón de ancla. El ingenio provocaba escenas graciosas de gente que fingía dolencias de todo tipo para librarse de la tortura de la mili ("con 20 años fui secuestrado"). Yo, sin ir más lejos, soy inútil para el servicio, y a mucha honra. Entre los destinos preferidos de los gaditanos estuvo siempre el Instituto Hidrográfico donde el marrón más gordo podía ser alguna guardia que otra pero la mayor parte de las noches se podía dormir en casa. Un conocido asesor fiscal de la plaza obtuvo destino en la biblioteca del Hidrográfico gracias al comandante del Instituto, que era el padre de un amigo. Desde la biblioteca organizó campeonatos de mus y todo tipo de actividades lúdicas. Otros iban de marineros a la Base de Puntales donde también se podía dormir en casa. La casuística sería muy larga pero el hecho de que Cádiz y San Fernando fueran plazas militares permitió una mili más cómoda a los más listos . Otros, por supuesto, tuvieron que chuparse año y medio a bordo de un barco de la Armada, cuando estos buques llegaban a Cádiz cargados de aparatos electrónicos y tabaco de Ceuta o Canarias. Qué tiempos. Si se fuesen el Hidrográfico o la Base de Puntales perderíamos los lugares de la memoria, para que Martínez Ares haga otro pasodoble.

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