Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La mejor Mato

Hay un dato esencial de la biografía de Ana Mato que lamentablemente se está obviando en todos sus perfiles: veranea en El Puerto. En el próximo párrafo hablaré también yo -qué remedio- de su trabajo como ministra, pero un juicio de su figura sin sopesar sus agostos entre nosotros no quedaría perfecto. Como con los antiguos compañeros de colegio, como con los vecinos de toda la vida, yo siento una solidaridad grande hacia los que veranean en mi pueblo. A Mato ese mérito hay que valorárselo mucho. A pesar del jaguar y de todo, no se ha ido a presumir a Sotogrande. Ha sido una veraneante nuestra fiel y ejemplar: ha comido sus peces y ha traído por aquí a sus amigos. Aún más: dentro de las dos clases de veraneantes, no pertenece a la de los que nos preguntan a los indígenas con asombro y desinterés qué hacemos durante el frío invierno, que es la categoría más baja; sino a la de los que expresan su deseo vehemente de venirse algún día a vivir aquí para siempre. Lo cual, teniendo en cuenta el IBI que nos hace pagar su partido, roza el heroísmo.

Su nota más alta, por tanto, la ha dado Ana Mato en nuestra provincia. En cambio, como política y como ministra no podemos ensalzarla tanto. Está uno tentado a cometer una ordinariez simétrica a la de los veraneantes impertinentes y preguntarle con cara de pasmo: "Durante el invierno, ¿qué haces allí todo el día?" Sanidad era un ministerio excelente para sanear el país. Fomentar la investigación, tratar de mitigar algo los efectos de la descentralización sistemática y alentar la reforma del aborto eran tareas vitales en las que, a poco que se hubiese hecho, ella se habría lucido mucho. Pero no se hizo. Al menos, por menearse algo, podría haberse metido en otros campos ajenos a su ministerio, como García-Margallo, pero ni eso. Ha sido una ministra inmóvil.

Lo cual, naturalmente, debe de ser del agrado de Mariano Rajoy. Él la ha mantenido cuanto pudo. Y lo cual también explica que, aunque se lucrase como ha reconocido el juez Ruz, no se enterara de ninguno de los manejos de su marido. Encaja con su desempeño ministerial, es coherente.

Y esto nos lleva al principio. Ana Mato tiene las condiciones perfectas para ser una veraneante insuperable. Lo ha sido y esperamos que lo siga siendo. Hemos perdido una ministra, aunque apenas lo notaremos, pero ganaremos tal vez una visitante más asidua. Con los brazos abiertos, la esperamos.

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