Un poco de ley es mucho

Un poco de cumplimiento legal resultará mucho más importante que la gran política oscura de los despachos

Sería muy mezquino por mi parte que, después de llevar dos semanas lamentándome de que el Estado de Derecho no reaccionaba a las provocaciones e ilegalidades del golpe de Estado del secesionismo, no celebrase, con un golpe de pecho, la prisión incondicional para Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, líderes de Òmnium y ANC. Contradice mis peores pronósticos (y las filtraciones sobre las intenciones de la fiscalía).

Ahora se demostrará, por la vía empírica, que un poco de ley es mucho más importante que la gran política de los despachos. La contestación de Puigdemont a la pregunta de Rajoy cuya respuesta ya sabíamos y que, en todo caso, le permite otro plazo, que abrirá otro plazo, y más requerimientos y así, es mucho menos trascendente que esta prisión incondicional, que es un hecho menor, pero insoslayable, decisivo.

Aunque quita la razón en parte a mi artículo de ayer, me la quita justo en aquello en que llevo semanas deseando equivocarme: aún hay signos de vida en el lado de ley. Y además me la quita dándomela en la otra parte. La cuestión no es si, en verdad, el Gobierno está queriendo negociar ni tan siquiera la grave verosimilitud que esa supuesta intentona tiene, en vista de la inactividad y las manitas tendidas (¡todavía!) de Soraya, sino la insaciable voracidad del nacionalismo, que aboca a un conflicto que sólo se ha estado retrasando y, por tanto, agravando.

Lo vamos a ver con la detención de los dos Jordis. Más garantías procesales, imposibles; más tiempo al tiempo, tampoco; más guiños políticos, inconcebibles; pero estas prisiones incondicionales eran obligadas por el imperio de la ley. Si el secesionismo buscase, en realidad, un diálogo, aceptaría que cuando uno estira la legalidad hasta tales extremos, ha de romperse y que es una consecuencia lógica según las reglas del juego. No será el caso. El nacionalismo vivirá esto como un terrible agravio que alimentará su victimismo y el conflicto.

Y hablamos de lo más básico. Todavía nada de revertir el proceso de adoctrinamiento de la enseñanza o de desmontar la red clientelar en los medios de comunicación nacionalistas. Si se llegase a eso, si se llega, sería el acabose. O sea, que muy bien. El nacionalismo y el procés están ya pidiendo que se acaben, porque estamos agotados, sí, y, sobre todo, porque su único remedio, como está quedando demostrado a pesar de tantos requerimientos al diálogo, es que se acaben.

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