Cuarto de Muestras

El jerez

Soy canto, soy palabra y soy silencio

Beso los labios de las mujeres más despampanantes y de los hombres más atractivos y aún de los seres más sabios y discretos. En mi nombre se alzan copas y entonan brindis solemnes en todas las celebraciones. Los amantes me apuran en un sorbo antes de entregarse y los que aman la soledad se sinceran conmigo. Soy consuelo para la pérdida y júbilo para el triunfo y alegría en la amistad. Sé romper el hielo de los desconocidos y hago intimar a los que ya se conocen. Por mi fluyen palabra y sentimientos. Soy la seducción.

Los poetas para cuadrar sus versos y encontrar el nombre exacto de las cosas beben de mi inspiración, los sacerdotes me consagran y los médicos me recomiendan como bálsamo de todas las heridas visibles e invisibles. Cuando un padre ve a su hijo crecer, un día señalado le sienta a su lado, le sirve una copa y brinda con él bautizando su edad adulta. Y es que soy la compañía del hombre a lo largo de su vida. Quien sabe beber sabe vivir.

Siempre he sido viajero. Cuando los barcos zarparon para el nuevo mundo, viajé en sus bodegas para la evangelización de América. Los extranjeros me comercializaron y los jerezanos me han tenido siempre en la intimidad de sus alacenas y despensas; en la humildad de sus tabancos, en la garganta de sus voces flamencas.

Los fenicios me descubrieron y desde entonces no tengo edad porque mi madurez siempre se rejuvenece con el vino nuevo. Las bodegas alzaron sus muros como las iglesias para darme frescor, silencio y reposo. Las calles tomaron mi aroma, el paisaje mi nombre y mi presencia. La ciudad se me entregó y juntos hemos reinado en el mundo.

Ahora dicen que estoy de moda y los gurús de la cocina me quieren y coquetean conmigo y descubren mi poder embriagante en la cocina, mi prestigio en la mesa, mi generosidad. Figuro en las cartas de los mejores restaurantes, en las bodegas más exquisitas y soy objeto de estudio de los sumilleres más renombrados porque mi personalidad es múltiple y única a la vez. Mi color es pajizo y dorado y ámbar y cuando me vuelvo dulce mis lágrimas lentas son de amor y de emoción.

Pero yo, quien me conoce lo sabe, soy canto, soy palabra y soy silencio. Soy el regusto que queda cuando se ha vivido un momento especial. Soy el instante que queda para siempre. Soy la generosa amistad de quien me ofrece en su copa, soy el espíritu que perdura en los que saben querer. Soy el vino de Jerez, la celebración de la vida.

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