Esta es una historia real. El pasado sábado, mientras ordenábamos nuestros papeles preparando una inminente mudanza, apareció en un armario un centón de folios que no tardamos en identificar: era el trabajo de fin de curso de un máster de la Universitat Oberta de Catalunya que habíamos cursado hacía unos quince años. Poseídos por ese ansia de despojamiento que suele asaltar a los que cambian de hogar, la sentencia fue inapelable: a la basura. Antes, recordamos la anécdota de María Zambrano cuando, preparando su equipaje para partir al exilio, cogió la carpeta-tesoro en la que guardaba los apuntes de Metafísica de Ortega y Gasset, su maestro, y decidió desprenderse de ella para que no entorpeciera el dramático trayecto físico y espiritual que iba a emprender. Como nos enseñó Machado, hay que viajar ligeros de equipaje, y no hay nada más absurdo que acumular papelotes que un día, esperemos que aún lejano, nuestras herederas quemarán.

Recordábamos la anécdota cuando, ayer, escuchábamos a diferentes tertulianos de las matinées de la radiodifusión española mostrar su incredulidad ante la afirmación de la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, de que no recuerda dónde se encuentra el trabajo de fin de curso de un máster en Derecho Autonómico que, según afirman algunos medios, aprobó en extrañas circunstancias. Carecemos de elementos de juicio para conocer la verdad que se esconde tras este supuesto affaire (por lo que aplicaremos el in dubio pro reo), pero tenemos claro que la excusa de la popular es verosímil, que puede ser una historia real. Eso sí, las cosas no pintan bien para la madrileña. Algo no huele muy bien en la Rey Juan Carlos hace tiempo (repasen hemerotecas).

Más allá de este caso en concreto, parece claro que son muchas las mirillas que apuntan a Cifuentes, una política a la que, tras postularse como la representante de un nuevo PP libre de corrupción, han intentado vincular sin éxito a escándalos como la trama Púnica o el caso Lezo. Como se deducía ayer con sólo ojear la prensaamiga del PP, los impulsores de este nuevo ataque no hay que buscarlos muy lejos del partido de centro-derecha. Cifuentes, una política dura y algo macarra que se tatúa y sigue conduciendo motos pese a que estuvo a punto de morir en el intento, ha pisado muchos callos en el siempre convulso e inquietante PP madrileño. Ahora, se lo quieren hacer pagar. Como dicen los viejos coroneles: "Líbreme Dios del fuego amigo, que del enemigo me libro yo".

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