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Crónica personal

Alejandro V. García

En guardia

EN muchas ocasiones me he preguntado cómo crecieron y se consolidaron los movimientos totalitarios, con qué complicidades y silencios crecieron hasta forjar la tiranía, y si nosotros, individuos conscientes y convencidos de los valores democráticos, hubiéramos sido capaces de detectar las veladas sacudidas de la bestia y cómo habríamos reaccionado, si con la contundencia que se desprende de nuestras convicciones éticas, si entorpecidos por las dudas o el egoísmo o incluso si nos habríamos dejado hipnotizar por la fascinación mendaz del populismo. ¿Habríamos estado a la altura de las circunstancia en la Italia fascista o en la Alemania nazi? Formulo la pregunta movido no por una curiosidad anacrónica por el pasado, sino por un interés en el futuro, e incluso, en el presente. ¿Estamos en disposición hoy de advertir el nacimiento de los totalitarismos bajo unas circunstancias diferentes a las de la primera mitad del siglo pasado?

Lo pregunto por Berlusconi, el presidente democrático de la democrática Italia. ¿Se elaboraron así, entre amagos, decretos y rectificaciones las leyes discriminatorias? La semana pasada la Gaceta Oficial del Estado concedió poderes extraordinarios a los delegados gubernativos (prefectos) de Roma, Milán y Nápoles para resolver "la emergencia gitana", esto es, para "censar, realojar, alejar o expulsar", ya sea "por vía administrativa o judicial", a los ciudadanos de etnia gitana. Alfredo Montovano, el viceministro del Interior, dijo antes: "los romaníes, como demuestran los números y la realidad sociológica, son una etnia conectada a un cierto tipo de delitos. Robos, asaltos, e incluso, como en el caso de Ponticelli, rapto de personas".

Las restantes decisiones discriminatorias hacia los extranjeros y los desfavorecidos han sido, en apariencia, frenadas o rebajadas por Berlusconi gracias, en cierto modo, a la presión de otros dirigentes de la UE. De momento ha quedado aparcada la reforma legal anunciada el 21 de mayo que preveía castigar con una pena entre seis meses y cuatro años a los extranjeros en situación irregular. Sigue vigente, en cambio, el agravamiento de la pena para los inmigrantes condenados por cualquier delito.

¿Son cosas de Berlusconi, es decir, se encuadran dentro de la arbitrariedades propias del presidente italiano o han traspasado la frontera del respeto y la dignidad que cabe exigir a cualquier dirigente? El periodista Antonio Ramos Espejo comparó el otro día en Granada, en la presentación de un libro suyo, la actitud de Italia con los gitanos con las pragmáticas, órdenes y cédulas emitidas contra ellos en España que ordenaban "cazar a los gitanos por el hierro y por el fuego". ¿En qué fase estamos?

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