Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La gran estafa

LA corrupción en los cursos de formación parece un pozo sin fondo, pero la Justicia tendría que sumergirse pronto. Es fundamental que determine las responsabilidades penales cuanto antes. Entre otras cosas, porque hay responsabilidades políticas que encarar y nos pasamos los años distraídos con escándalos penales en el armario. Si llevárselo crudo es tremendo, tampoco es manco que los cursos de formación profesional ocupacional, impartidos con todos los requisitos legales y con generosos medios públicos, no hayan servido para ocupar a muchos profesionales. ¿Acaso nadie es responsable del planteamiento y la gestión? "Si los cursos devenían inútiles, ¿qué más dará no darlos o darlos a medias?", habrá pensado más de un pícaro. A esos sinvergüenzas hay que juzgarlos, desde luego, pero también dejarlos sin la más mínima justificación, por muy marrullera que sea.

Y no se trata sólo de los cursos de formación. Habría que plantearse con rigor qué se aprende en nuestras aulas, cómo salen los que acuden a ellas ilusionados. Uno ve, escucha y lee a algunos universitarios y profesores universitarios, y no da crédito. Aquel axioma de que el especialista es aquél que cada vez sabe más y más sobre menos y menos hasta que termina sabiéndolo todo de nada, pasó de ser un ingenioso insulto a un diagnóstico exacto; y lleva camino de resultar una utopía optimista, un desideratum. ¿Lo saben todo muchos de nuestros especialistas universitarios, aunque sea como mínimo de nada? El programa económico de Podemos, hecho por profesores de economía, o las teorías políticas del politólogo Monedero han ido quedando en evidencia. Y no muestran sólo las carencias del partido suyo, sino del sistema docente nuestro, que les paga y da voz y autoridad.

La gran estafa social es haberlo convertido en una expendeduría de títulos, donde sólo importa la acreditación, sin necesidad de que tenga nada de nada detrás. Las falsificaciones y los adornos rimbombantes de los currículums son la demostración más evidente y esperpéntica (y en ella caen políticos y profesores, no sólo jóvenes en busca del primer empleo). Las continuas reformas educativas sólo se agitan, nerviosas, en la superficie del problema. Tenemos que lograr un sistema educativo donde se valore y se transmita el afán de aprender, la auténtica cultura y el compromiso personal con lo aprendido y lo enseñado. Los títulos hueros son otro fraude.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios