Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

¿Se gana lo que se pierde?

NO me gusta el verso de Antonio Machado porque es verdad: "Se canta lo que se pierde". Como poeta he defendido siempre lo contrario: "Se gana lo que se canta", aunque un poco a lo quijote, arremetiendo a sabiendas contra los molinos de viento del uso y de la psicología. Para botón de muestra, el triste caso del Codex Calixtinus, que nunca se cantó como ahora, que nos lo han distraído.

Sería interesante hacer un estudio estadístico de cuánta gente lo conocía y cuánto antes del robo y cuántos lo conocemos mejor hoy. La abrumadora diferencia no quita para que todos sintamos mucho el robo. Los medios son más antoniomachadianos aún y están todo el día cantándolo a voz en grito. Para ellos el dicho inglés es al revés: "Good news, no news". Las buenas noticias no les valen. Ahora, sin embargo, nos han informado minuciosamente, casi miniadamente, del contenido del Códice, de su historia, de las medidas de seguridad que [no] lo guardaban y, sobre todo, de su incalculable valor calculado en millones de euros. Se canta, se grita, se glosa, se cuantifica, se reproducen fragmentos, se muestran ilustraciones, se habla de él a todas horas, y hasta es trending topic en Twiter… Y todos nosotros leemos esa ingente cantidad información con el corazón en un puño, sin permitirnos ni un respiro de consuelo al menos por la existencia de espléndidos y exactos facsímiles.

He tenido una malévola idea. Si nos robasen también Las meninas, la Dama de Elche, el Entierro del señor de Orgaz, la Majestad de Beget, la primera edición del Quijote de la Biblioteca Nacional, el manuscrito de San Juan de la Cruz de Sánlucar o Códice de Barrameda, La santa cena de Goya en la Santa Cueva y la Cueva de Altamira, cuantísimo contribuirían los ladrones al incremento del nivel cultural de España y hasta a nuestro mejoramiento espiritual. La angustia de la pérdida nos llevaría a poseer el sentimiento imprescindible para amar esos tesoros que, de tanto tenerlos a buen resguardo, ovidamos. ¿Se gana lo que se pierde?

Los sabios no piensan en la muerte por ser sabios, sino que lo son porque no olvidan que estamos de paso, o sea, que casi todo lo perderemos antes o después. Con el fervor con que ahora miramos nosotros el Código Calixtino, se fijan ellos en cualquier cosa y la graban a fuego en su alma. Se pierde lo que no se sabe efímero y frágil, si no siempre por el extremo de las obras, sí por el nuestro.

Por supuesto, lo sabio no es resignarse, sino enfrentarse a ese peligro constante con las armas que tenemos, que son el amor, la conservación, la memoria y el estudio. Y ahora mismo también con la policía y la ley, para trincar a los ladrones cuanto antes, y devolver el Códice a su lugar, y cerrar este folletín. Aunque sin dejar de aprender unas lecciones: una, que hay que vigilar mejor lo nuestro; y dos, que no hace falta esperar a que nos los birlen para amarlo tanto.

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